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Revista Quid 57

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mata (Del Nuevo Extremo, 2015), un policial muy negro,<br />

no tanto por lo que implica la acción como por la atmósfera<br />

que envuelve a los personajes. Con maestría, Sinay<br />

toma un abanico de personajes –en particular su protagonista,<br />

Jimmy Flaherty– que parecen a la deriva, buscando<br />

algún elemento que los rescate de la realidad y los lleve<br />

a “Noruega”, ese Hades idealizado e imposible donde<br />

alcanzar la salvación.<br />

–¿Cómo fue volver a la novela después de veinte<br />

años? Debo responder como Troilo, cuando le preguntaban<br />

por qué volvió al barrio: “¿Por qué volver, si en<br />

realidad nunca me fui?”. Más que volver, siento que es un<br />

despertar o bien salir de un estado de hibernación. Durante<br />

todos estos años seguí siendo un lector permanente y<br />

atento del género. Pasó que luego de mi última novela, Es<br />

peligroso escribir de noche, del año 92, yo tenía otra cantidad<br />

de historias que ofrecer. En general creo que tengo<br />

más historias de las que realmente puedo escribir, pero en<br />

ese momento se cruzó el ensayo en mi vida. Me ofrecieron<br />

escribir sobre un tema que me interesaba, el amor a los<br />

40, y me gustó la propuesta. Ya sea ensayo o ficción, para<br />

escribir a mí me tiene que pasar por el cuerpo, aunque<br />

después se desarrolle en la cabeza. Ese ensayo anduvo<br />

muy bien y por entonces me puse a estudiar psicología<br />

gestáltica, el fenómeno de la nueva masculinidad, etc.<br />

Un ensayo fue llevando a otro, porque aparecían editores<br />

que me pedían nuevas ideas y por suerte nunca me faltan,<br />

hasta que al cabo de seis o siete años empecé a sentir una<br />

suerte de síndrome de abstinencia respecto a la ficción.<br />

Tenía apuntes hechos, diálogos imaginados, pero no tenía<br />

tiempo de reunir esos materiales en una novela. Cuando<br />

me quise acordar, pasaron veinte años y la molestia se convirtió<br />

en una deuda: la vida se va y debía volver al primer<br />

amor. En el verano pasado me quedé en Buenos Aires<br />

y hubo un paréntesis en la escritura ensayística, así que<br />

aproveché para ordenar y releer lo hecho. Tenía escrita la<br />

parte de Jimmy, el hijo, y contrariamente a otros proyectos<br />

a los que no visualizaba, me dije: “Aquí hay algo”. Así fue<br />

que me dejé llevar por el enorme disfrute de la escritura<br />

(que no es igual en la ficción que en el ensayo) y dejé que<br />

los personajes me usaran a mí para contarse.<br />

–No obstante, el tiempo debe haber planteado otro<br />

tipo de dilemas: ni el policial, ni la sociedad, ni<br />

sospecho que usted mismo, son iguales a veinte años<br />

atrás. De hecho, hubo un cambio en el paradigma<br />

de masculinidad que ha estudiado y lo aplica en<br />

la novela. ¿Cómo fue enfrentar esas transformaciones?<br />

Sí, lo que describís es así y por suerte yo no lo<br />

pensé. Cuando leí la novela terminada, casi impresa, me di<br />

cuenta de todo esto que marcás. Del mismo modo que me<br />

di cuenta de que lo escrito era una historia muy argentina:<br />

perdedores de toda la vida que se juntan y creen tener<br />

“el plan” que los va a sacar de pobres para siempre. Esto<br />

ocurre en todos los niveles del país, ya sea a los políticos o<br />

a oscuros ciudadanos comunes. Así es Argentina, que vive<br />

prometiéndose un futuro grandioso y poco a poco aparece<br />

más hundida. Son planes que cualquiera que tome un<br />

poco de distancia y lo vea desde afuera suenan descabellados,<br />

pero no obstante se sigue adelante hasta confirmar su<br />

fracaso. Están basados en los mecanismos de la tragedia<br />

griega, con un final inevitable y no obstante ineludible.<br />

Tampoco lo pensé previamente, ya que de haberlo hecho,<br />

de haber propuesto una novela que hable de la relación de<br />

padres e hijos, del fracaso argentino como proyecto, del fin<br />

de los príncipes azules, quizá hubiera escrito una novela,<br />

pero hubiese sido una novela chata. No digo que esta no lo<br />

sea, pero de la otra manera hubiera sido de una mediocridad<br />

programada. Creo que si uno se propone usar personajes<br />

o un género para establecer una tesis me parece que<br />

no leva, es como hacer un pan sin levadura. Es cierto que<br />

han pasado (me han pasado) veinte años, pero uno escribe<br />

con lo que es, no en función de un programa. Eso ocurre<br />

con un escrito científico y cuánto más con la novela negra,<br />

que saca nuestras partes más oscuras, lo que Jung llamaba<br />

“la sombra”. Las mejores cosas que uno escribe las hace a<br />

partir de su propia sombra.<br />

–Uno de los protagonistas, Jimmy, es una suerte de<br />

“hombre sin atributos”: va pasando por la vida dejando<br />

trabajos, lugares, amigos, amantes, hijos a los<br />

que no conoce, como si nada ocurriera. ¿Fue difícil<br />

su caracterización? Sí, fue difícil sobre todo porque<br />

fue un personaje al que quise mucho mientras lo escribí.<br />

Jimmy está hecho con partes de gente que he conocido y<br />

quise mucho y también con partes mías, con experiencias<br />

vividas. No sé si el término correcto es “difícil”, sí me<br />

resultó triste la composición de su personaje. De todos<br />

modos, creo que la emoción enriquece la escritura. Por<br />

supuesto, esa emoción debe ser administrada, pero tiene<br />

que estar presente.<br />

–En general, toda la novela está construida como<br />

un caleidoscopio de sombras: todos los personajes<br />

se ven rodeados de pequeños fracasos, no grandes<br />

tragedias, pero sí vidas construidas bajo la insatisfacción<br />

y el desamparo… Sí, esto es exacto. Al cabo<br />

de tantos años con la escritura, he descubierto que más<br />

importante que contar con una buena trama es contar con<br />

personajes. Estos personajes son los que hacen cosas y<br />

acaban por construir la trama. A la inversa, puede conce-

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