Revista Quid 57

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rastrear en su posterior carrera literaria. Sin embargo, al reconocimiento usual que se hace de
su obra como clave en el desarrollo del relato corto y de múltiples formas asociadas a la literatura
moderna (“Poe indisolublemente pertenece a la historia de las letras occidentales, que no
se comprende sin él”, llegó a escribir Jorge Luis Borges), existe otro, mayormente ligado
con lo teatral y que emana de su propia figura. El “príncipe de los poetas malditos”, según
Rubén Darío, cargaba una leyenda negra capaz de hacer que su vida eclipsase los argumentos
lacrimosos y truculentos que representaban sus padres sobre el escenario. Si bien es cierto que
mucha de esta “teatralidad” partió de equívocos fomentados por el propio autor (magnificados
luego por la imaginación o la calumnia de sus rivales), existe cierto paralelo entre la carrera de
Poe y la de sus padres: Edgar estuvo entre los primeros escritores estadounidenses de renombre
que intentaron hacer de la escritura su modo de vida. El resultado terminó de otorgar al
autor el barniz gótico de muchos de sus mejores cuentos.
Una vez huérfano, fue tomado a cargo por John Allan, un comerciante de Richmond proveniente
de una familia que había hecho fortuna gracias al contrabando y su esposa Frances. La
devoción que ella demostró por Edgar sirvió para atemperar de algún modo el trato riguroso al
que fue sometido por su padrastro, quien había ya elegido para el muchacho una carrera dentro
del ámbito de los negocios. De 1815 a 1820, los Allan vivieron en Escocia y Londres, donde
Poe comenzó su educación y demostró una primera afición por las letras. De 1821 a 1825 y ya
de vuelta en Richmond, Edgar recibió en los mejores colegios de la ciudad la educación correspondiente
a un caballero virginiano. Como alumno del English Classical School pudo conocer
a los clásicos latinos, a los que combinaría de una manera algo heterodoxa con la lectura de las
revistas inglesas importadas a América por su padrastro.
Julio Cortázar escribió sobre este período: “Edgar Poe creció como sureño, pese a su nacimiento
en Boston, y jamás dejó de serlo en espíritu. Muchas de sus críticas a la democracia, al
progreso, a la perfectibilidad de los pueblos, nacen de ser un caballero del Sur, de tener arraigados
hábitos mentales y morales moldeados por la vida virginiana. Otros elementos sureños
habrían de influir en su imaginación: las nodrizas negras, los criados esclavos, un folclore donde
los aparecidos, los relatos sobre cementerios y cadáveres que deambulan en las selvas bastaron
para organizarle un repertorio de lo sobrenatural sobre el cual hay un temprano anecdotario”.
Existe otro elemento atribuido a la influencia del folclore negro: los ritmos obsesivos, las repeticiones
de carácter hipnótico que funcionan a la vez como mantra y principio estructurador en
muchas de sus obras (sea poesía o prosa). Este elemental factor rítmico, con su ingenua musicalidad
(propia de las nanas infantiles), convierte a Poe en un eslabón perdido entre las pesadas
cláusulas del romanticismo y la síntesis de la modernidad. Más aún: termina ubicándose en el
corazón de su poética, muchas veces construida a partir de contrastes entre complejos estados
de ánimo y la puerilidad fundamental de los elementos que los desencadenan. El folklore
negro es rastreable también en otro punto: la sonoridad de un texto es crucial en Poe, quien
se haría famoso en vida no sólo por su obra impresa sino por las lecturas públicas que haría de
ella. En suma, por una literatura escrita para ser oída tanto como leída.
En Virginia, Poe también se enamoró. Helen Stanard era la joven madre de un condiscípulo
Izq. Retrato del joven Poe.
Der. La antigua casa de Edgar Allan
Poe que originalmente se encontraba
en Kinsbridge Road y ahora,
luego de ser restaurada, está en Poe
Park gracias a la Sociedad Bronx de
las Artes y las Ciencias.