Revista Quid 57
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para que cada uno haga de ellas lo que quiera. Y veintitrés<br />
años más tarde, con casi todos sus films reeditados y remasterizados<br />
por él mismo en bellas ediciones de DVD,<br />
su leyenda comienza a tomar vuelo de nuevo. Desde que<br />
Marilyn Manson lo llamó para que oficiara de padre de<br />
ceremonia en su casamiento-performance con Dita Von<br />
Teese, Alejandro volvió a estar de moda. Su nombre cae<br />
bien cuando es lanzado en cualquier conversación que se<br />
pretenda “artística”, bandas trendy lo citan, MGMT, en el<br />
video de Time To Pretend, haciendo referencia a La montaña<br />
sagrada, Santigold en el de LES Artistes, también los Mars<br />
Volta, e incluso Kasabian. Y ahora, luego de varios amagues,<br />
regresa a la pantalla grande en nuestro país con La danza de<br />
la realidad (2012), un film autobiográfico con el que vuelve<br />
a su Chile natal para saldar cuentas con su padre y su pasado<br />
siempre fiel a su estilo: “El cine es una industria comercial.<br />
Hoy una película es valorada si hace mucho dinero. Yo<br />
declaro que quiero hacer una película que pierda dinero.<br />
¡En serio! ¡Quiero perder dinero! ¿Por qué? Porque no es la<br />
finalidad del arte hacer dinero. Hoy haces arte conceptual.<br />
Tratas de sorprender al público, pero no estás diciendo nada<br />
profundo sobre el alma humana. ¡Nada! Yo siempre pensé<br />
que el arte es una forma de sacrificio”.<br />
A los 82 años la mirada de Alejandro está más viva que nunca,<br />
seguramente también gracias a su mujer, una artista de<br />
37 años, Pascale Montandon, pero también a un espíritu<br />
que ve lo que otros, más jóvenes que él, no pueden: “[El<br />
Twitter es] una forma de expresión artística. Porque en él no<br />
hablo sobre mí. La expresión es limitada y sus mensajes se<br />
han transformado en los haikus de nuestro siglo. Lo uso para<br />
compartir ideas poéticas, filosóficas. Me parece que ayudo,<br />
respondo preguntas. Doy consejos, cosas así. Cuando comencé,<br />
la gente se reía de mí porque decían que era sólo para<br />
idiotas que escriben sobre lo que comen, sobre lo que hacen.<br />
Es una herramienta para políticos, celebridades, atletas, para<br />
hacer poemas e incluso filosofía. Me trataban de loco. Yo<br />
dije: ¡no! Es un arte. Haré un arte de él y lo hice”.<br />
Porque siempre hubo en su forma de hacer arte una misma<br />
intención libertaria: “El film es para ti lo que tú quieras<br />
que sea... Si eres chato el film será chato, si eres profundo<br />
el film será profundo”. Como muestra vaya esta respuesta<br />
cuando habla sobre cine puro, sobre la puesta en escena y<br />
sobre todo la famosa decisión de dónde poner la cámara, que<br />
supuestamente hace a todo director de cine: “Cuando hay<br />
un accidente, la cámara lo filma desde el punto de vista que<br />
puede, y es siempre correcto porque un accidente es algo<br />
terrible. Yo digo: construyamos un accidente y filmémoslo,<br />
no importa tanto desde dónde, estará bien. Lo importante no<br />
es la cámara. El estudiante de cine, el joven de hoy a la hora<br />
de hacer un film, comienza pensando sobre dónde pondrá la<br />
cámara, cómo la moverá, porque no tiene nada que decir. El<br />
único mundo que tiene se encuentra en otras películas. No<br />
está alimentado, no está lleno. Para mí, la manera de hacer<br />
una película es controlar el accidente. El contenido. Uno no<br />
piensa en la manera en que lo filma. Y otra cosa: yo no muevo<br />
la cámara, muevo a los actores. Nunca muevo la cámara<br />
para mostrar algo. La cámara no existe”<br />
1. Extractos de una entrevista realizada en 2012 por Margaret Barton-Fumo.<br />
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