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Revista Quid 57

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deberse al abuso de agentes electorales sin escrúpulos, que en la época solían utilizar a pobres<br />

incautos, emborrachándolos, para hacerles votar varias veces por el mismo candidato: una venganza<br />

final de la democracia contra uno de sus máximos detractores. Otras especulaciones han<br />

incluido el delírium tremens, el ataque cardíaco, epilepsia, sífilis, meningitis, cólera, diabetes e<br />

inclusive el asesinato.<br />

Sin embargo, uno de los actos más significativos en la vida de Poe estaba aún por producirse.<br />

Dos días después de su muerte, una esquela fue publicada en un periódico de Nueva York. La<br />

línea que la encabezaba se haría célebre: “Edgar Allan Poe ha muerto. Murió anteayer en Baltimore.<br />

Esta noticia sorprenderá a muchos y algunos pocos se apenarán”.<br />

Este obituario, reproducido por muchos periódicos de todo el país, estaba firmado por un tal<br />

“Ludwig” y contenía una lírica descripción del autor que coincidía en muy poco con el hombre<br />

real y en mucho con el estereotipo del “maldito” popularizado por la peor literatura romántica<br />

(de hecho, muy pronto se descubriría que párrafos completos de esta caracterización<br />

habían sido tomados de la descripción de un personaje ficticio que hacía el escritor Edward<br />

Bulwer-Lytton en su novela The Caxtons).<br />

Según Ludwig, Poe solía vagabundear por las calles ya fuese demente o melancólico, mascullando<br />

y maldiciéndose a sí mismo; añadió que se irritaba fácilmente, que era un gran envidioso<br />

y consideraba la sociedad compuesta de villanos. Su aliciente para alcanzar el éxito había sido<br />

ganarse el derecho a despreciar a un mundo que irritaba a su engreimiento. “Ludwig” fue identificado<br />

muy pronto. Se trataba de nuestro viejo conocido, Rufus Wilmot Griswold.<br />

Griswold había logrado, incomprensiblemente, convertirse en el albacea literario del escritor.<br />

Muchas hipótesis se plantearon sobre este punto, pero el hecho es que, al poco tiempo<br />

Griswold editaba, para su beneficio exclusivo, un volumen con los relatos de Poe. Este libro se<br />

hallaba precedido por un artículo biográfico sobre el escritor, redactado por el mismo Griswold.<br />

En él, Poe aparecía descrito como un ser depravado, borracho y drogadicto, y se aportaban<br />

diversas cartas del propio Poe como evidencia (que finalmente resultaron ser falsificaciones).<br />

La mentira de Griswold fue denunciada por aquellos que conocieron bien a Poe, pero no pudo<br />

evitarse que se convirtiera en la más aceptada popularmente, y, dado que era la única biografía<br />

disponible, fuera reimpresa varias veces, en parte porque los lectores se entusiasmaban ante la<br />

idea de estar leyendo las obras de un “hombre malvado”.<br />

De hecho, la caracterización de Poe realizada por Griswold (a partir de refundiciones de mala<br />

literatura ajena) no sólo conoció un éxito formidable sino que ayudó a popularizar definitivamente<br />

a nivel internacional la figura del escritor. Cuando una generación posterior pudo producir<br />

una primera biografía seria sobre el autor, la figura pública de Poe ya había sido mundialmente<br />

modelada a partir de la versión de Griswold.<br />

Edgar Allan Poe es, como Borges bien observó, un escritor indispensable para entender la<br />

moderna literatura occidental. El alcance de su influencia en todos los ámbitos literarios resulta<br />

inabarcable e incluye a todas las corrientes vanguardistas francesas que, desde el simbolismo<br />

hasta el surrealismo, bebieron de Poe a través de las traducciones canónicas de Baudelaire;<br />

así como el decadentismo inglés, la ficción detectivesca, y géneros tales como la ciencia ficción,<br />

el horror y lo fantástico. Algunos teóricos incluyen a esta extensa lista una influencia decisiva<br />

en las teorías formalistas y estructuralistas contemporáneas. Escritores como Charles Baudelaire,<br />

Fedor Dostoievski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Ambrose<br />

Bierce, Guy De Maupassant, Antonin Artaud, Thomas Mann, Cortázar o Borges serían<br />

inimaginables sin la existencia previa de un Edgar Allan Poe.<br />

Rufus Wilmot Griswold, en cambio, es recordado apenas por alguna memoria literaria como<br />

un dictador de cánones felizmente olvidados, polemista estéril, arribista y falsario. Definido por<br />

Stevenson como: “una figura tan repulsiva en la historia de la literatura que muy bien pudiera<br />

haber sido acuñada por la virulenta imaginación de su víctima” y por Georges Walter como:<br />

“el Yago de la literatura”, pocas dudas quedan acerca de que Griswold sea un escritor de último<br />

orden. Y, sin embargo, este escritor menor seguirá siendo recordado para siempre (acaso de<br />

manera involuntaria) por uno de sus no menos involuntarios personajes: un escritor maldito del<br />

siglo XIX llamado Edgar Allan Poe<br />

FUENTES<br />

Héctor A. Murena: “El pecado<br />

original de América”. Ensayo citado<br />

por Ángel Faretta en su artículo<br />

“Sobre algunos temas de Poe y<br />

Lovecraft”.<br />

<strong>Revista</strong> El Péndulo, número 14,<br />

Tercera época, 1987.<br />

Julio Cortázar: “Vida de Edgar<br />

Allan Poe”, Obras en Prosa I. Cuentos<br />

de Edgar Allan Poe.<br />

Editado originalmente en 1956 por<br />

Ediciones de la Universidad de<br />

Puerto Rico.<br />

<strong>Revista</strong> ADN

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