irse una novela interesante, pero fácilmente olvidable. A veces me pasa como lector: hay novelas de las que no me acuerdo qué tratan exactamente, pero sus personajes me resultan inolvidables. Fijate que en mi libro hasta superada más de la mitad no se sabe bien hacia dónde va la trama, puede pertenecer a cualquier género. ¿Cuál es el famoso “plan”? No se sabe todavía y sólo se revela hacia el final y de manera breve. –Lo interesante es que la historia de los personajes también lo lleva a incluir fragmentos de la historia social del pasado y del presente, vinculada a Irlanda, a la guerra civil española o incluso la actualidad argentina, vista por lo general críticamente… Lo que une la realidad de todos estos personajes es un escepticismo absoluto. ¿En qué creen los que no creen? Todos creyeron en algo en algún momento, incluso Flaherty padre, si bien también es un escéptico total, es hijo de un sueño, que era el sueño de su padre y de su abuelo. En definitiva, es el mismo sueño de tantos inmigrantes, que vinieron al fin del mundo en pos de construir una vida sobre los deshechos de otros sueños. Cuando se da cuenta de que no va a cumplir el sueño de los mayores, decide cumplir un sueño propio diseñando una familia de acuerdo a sus convicciones. Después la vida también lo desengaña por lo que entiende es la traición de su hijo. Todos en algún momento creyeron en algo: el príncipe azul, triunfar como futbolista o ser un buen policía. Siempre pensé que la novela negra tiene algo de documento antropológico importantísimo, como lo demuestran las novelas norteamericanas de la década del 30 y 40, que son los mejores documentos para describir el crack. Pienso que si esta novela mía sobrevive y alguien la lee dentro de sesenta o setenta años, se va a encontrar con esa incredulidad generalizada que identifica a este país y este tiempo. Creo que esta década (no por culpa exclusiva de ella, sino que había un proceso que cocinaba a fuego lento y explotó ahora), no posibilitó un clima de esperanza y sueños posibles, sino todo lo contrario, aunque a algunos, como el Flaherty padre de la novela, les haya ido bien. Ni hablar si trasladamos todo a 2001: ¿de qué sueños hablaríamos entonces? Ahora, todo esto es factible razonarlo una vez que la novela está escrita e impresa. Antes hubiese sido imposible: no la hubiera podido escribir. Todo esto está, pero debe traerlo a la superficie la literatura, no la sociología, al menos si tiene la intención de ser arte. Que después lo sea o no es otro fenómeno. –La narrativa actual se ve dominada por el policial y la crónica, donde hay un yo muy fuerte. Esta tendencia, ¿tiene que ver con una salida individual ante la falta de respuestas colectivas? Lo colectivo no necesariamente tiene que ser un sueño que una a todos: a veces alcanza con el respeto por el otro. Vivimos en una comunidad con otros y debe prevalecer un pacto tácito que hace a la convivencia. Que un automovilista se detenga para que cruce un peatón, no tiene que ver con un sueño colectivo (a lo mejor incluso tienen sueños opuestos), sino con el respeto por ese pacto. Aquí no vivimos con el otro, sino contra del otro. Los personajes de mi novela, la verdad, tienen un roce mínimo con lo colectivo. Los cuatro involucrados en el plan no piensan en algún tipo de proyecto común en caso de que salga bien, ni siquiera entre algunas de las partes. Cada uno tiene pensado hacer la suya. Esto es lo tan argentino que descubrí al terminar de escribir: ¿cómo puede cohesionar, resultar coherente, un proyecto donde los que se unen sólo piensan en sí mismos? Esto ya es un signo de identidad argentina y es muy probable que vuelva a ponerse de manifiesto en octubre. Si no hay un acuerdo honesto, profundo, real, y que además se traduzca en las acciones de todos los días, otra vez Noruega te mata. Otra vez vamos a tener un ideal legendario, lejano, inalcanzable, porque al final el que llega a Noruega ya es otro. –¿No es un mecanismo muy argentino? Sí, totalmente, vivimos proyectando en la Providencia. Nos creemos de verdad que Dios es argentino y que en algún momento nos va a dar una señal. Y no, Dios está ocupado. Y si no está ocupado, suponiendo su existencia, está en todo su derecho de decir: “Bueno, mi parte está hecha, les di todos los climas, agua, tierras fértiles… Ahora hagan algo ustedes, muchachos”. Y siempre aparece alguno que se dice delegado de Dios, un caudillo, un general, un empresario o un futbolista. No, alguna vez habrá que laburar por el futuro Noruega te mata, de Sergio Sinay Del Nuevo Extremo, 2014 35
Dossier literatura o1 Edgar Allan Poe La leyenda negra POR Nancy Giampaolo Edgar Poe (el “Allan” vendría más tarde) nació el 19 de enero de 1809 en Boston; apenas otro punto en el itinerario de la compañía de teatro ambulante a la que pertenecían sus padres, David Poe y Elizabeth Arnold Poe. David desapareció de escena al año siguiente y el trayecto de su mujer, que incluía a una hermana menor de Edgar, llamada Rosalie, se detendría definitivamente en Richmond, debido a la tuberculosis. Muchos biógrafos señalan que Edgar, huérfano desde los dos años, recibió una nula exposición al mundo teatral, a la que sería inútil
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