JAZZEpisodiosApesar de ocupar todavía un lugarmuy discreto en la periferia del¡azz. España ha sido a través delos tiempos el escenario de algunosacontecimientos musicales de ciertaimportancia, pero nunca, hasta la fecha,de encuentros al máximo nivel. Sinembargo, algo que recordaremos siempreocurrió de manera casi inexplicable,a mediados del mes de mayo, en elpequeño y mal acondicionado teatroPrincipe Gran Vía, donde se desarrollóel X Festival de Jazz de Madrid. Ante unpúblico restringido que en su mayoríano parecía darse cuenta de la importanciadef evento, se volvieron a encontrarpor primera vez en muchos años dosgrandes improvisadores para unir susdotes y fuerzas de creación espontáneaen un concierto de los más impresionantesque se recuerdan.Los dos músicos en cuestión eran elsaxo alto Lee Konitz y el pianista PaulBley, destacados pioneros del jazz devanguardia cuyos caminos sinuosos, pormuy extraño que pueda parecer, sólo sehabían cruzado fugazmente en un par deocasiones anteriores. Separados por casiseis años, se hallan a la misma distanciade los sesenta, edad que normalmentesignifica el principio del ocaso para losjazzmen. No así para estos dos genios.Bley, que siendo el más joven muestraun profundo respeto por su ilustre compañeromayor, nos ha sorprendido ymaravillado en la última década con unasene de grabaciones de enorme impacto,realizadas prácticamente todas ellaspor el sello danés SteepleChase -porejemplo: My Standard (SCCD-3 12 14),The Neorness Of You (SCCD-312<strong>46</strong>),Bebop (SCCD-31259)- se encuentra enuna fase de inspiración aparentementesin límites. Y lo mismo se puede decir deKonitz, incansable viajero que pasa lamayor parte de su tiempo paseándosepor los cinco continentes, sobre todopor Europa y con una especial atracciónpor los países nórdicos. A este saxofonistase le suele escuchar en pequeñasformaciones y rodeado de músicos ¡ocales,mientras que el pianista prefiereactuar en solitano.La idea de unirles en dúo (no se sabemuy bien de quién venia) parecía convencery gustar a los dos, y el resultadofue un concierto que algunos de nosotrosdifícilmente olvidaremos. Asistimosa un encuentro entre dos grandes soñadoresrománticos que hacían de unamateria musical muy conocida puramagia poética. De especial interés erauna larga improvisación sobre LoverMan, standard que figura, en el repertonode la mayoría de los músicos, peroque pocas veces habrá recibido un tratamientotan delicado. Fue. sin duda, elmomento cumbre de una profundameditación a dos voces, penetrada porun lirismo de gran peso. El jazz disponede muy contados solistas tan inmediatamenteindentificables como estos dosinstrumentistas que aquella noche deSan Isidro juntaron sus fuerzas para alejarsepor un instante del rabioso individualismoque tienen en común (y queen el fondo les separa...).Dos días después el milagro se repitióen una estudio de la televisión españolaÍOSSCHERZOPaul bley, en Motínt}...
JAZZcuyo programa semanal, y ahora terriblementenocturno, jazz entre amigostuvo la oportunidad de grabar 45 minutosde la música exquisita que produceeste dúo inédito. Apenas se contabacon dos horas para realizar el siemprecomplicado trabajo ante las cámaras, ycierto nerviosismo se hizo notar en elequipo técnico cuando Paul Bley, dentrode la cordialidad y ía educación quele caracterizan, montó el número al cualnos tiene acostumbrados a los que leconocemos. Tal vez para ganar el tiemponecesario para la reflexión suelebuscar los pretextos menos ortodoxosde retrasar las grabaciones. Célebresson sus quejas maniáticas que le muestrana este canadiense aparentementetan tranquilo, como un perfecto excéntricocon rasgos de sádico y de cínicoque no dejan de fascinar.Esta vez hubo un sinfín de problemasabsolutamente imprevisibles con la banquetadel piano que no tenía la alturaadecuada. Ante la posibilidad de desmontarlas ruedas de los pies del pesadoinstrumento se buscaron hastamedia docena de guías telefónicas queno sirvieron de nada. Todos los intentosde satisfacer las exigencias del músicoresultaron vanos, hasta que alguientuvo la feliz idea de montar una caja decerveza encima de la silla y cubrirla conuna tela negra. Mientras tanto Konitzhabla estado ensayando en solitario,armado de una gran paciencia .Contodo el mundo al borde de un ataquede nervios, se pudo iniciar la grabaciónque luego, claro está, se realizó con unafacilidad asombrosa.El piano era un Bechstein que, segúnBley, 'tiene un sonido sobrecogedorque te hace arrepentirte de tu juventud".Y exactamente así fue la música.Después de sendas improvisacionestotalmente libres -Konitz sobre su propiacomposición Round & Round &Round, Bley sobre Porgy de GeorgeGershwin- los dos músicos unieron susvoces en una maravillosa andadura portemas tales como Svveet & Lovety, AllThe Things You Are, Whot's New y, cómono, otra vez Lover Man. Programa másfácil y, si me apuran, tampoco mejor noha grabado jazz entre amigos en sus casiseis años de existencia. Sus huéspedeseran en esta ocasión dos auténticosgenios que, aparte de ser incapaces decometer un solo error, siempre logransorprender positivamente, El fruto detanto esfuerzo se podrá contemplar yescuchar dentro de pocas semanas.¡Que nadie con auténtico interés por lamúsica creativa se lo pierda!Lee Konitz, en Madnd....Las horas emocionantes pasadas enaquel estudio permitieron cimentar unaya antigua amistad con dos de las personalidadesmás fascinantes que conocemosdentro del mundillo jazzístico. Esde esperar que este insólito encuentroen España conduzca en breve a la grabacióndel CD que nos haría a todosaún más felices. A este nivel la fórmuladel dúo resulta idónea. No olvidemosque la discografla de Lee Konitz es yarica en experiencias similares. Uno desus discos más famosos, de 1967, seintitula precisamente Duets (MilestoneVDJ-I57I E) e incluye una serie de citasdel gran solista con músicos como elpianista Dick Katz, el guitarrista Jim Hall,el saxofonlsta Joe Henderson y el trompetistaRay Nance. Más tarde grabómano a mano con los pianistas MartialSola!, Andrew Hill y Michel Petrucciani.el trombonista Albert Mangelsdorff, loscontrabajistas Red Mitchell y Nieis-HenningOrsted Pedersen entre muchosotros. Los dúos de Paul Bley son igualmentefamosos, y entre sus colaboradorespodemos mencionar el batería PaulMotian, el contrabajista Gary Peacock yel vibrafonista Gary Burton con quiengrabó hace escasas semanas un CO enCopenhague que a buen seguro causarásensación cuando se edite a principiosdel próximo otoño.Y es que la música más pura nacecuando los grandes poetas se reúnen asolas...Ebbe TrabergSCHEBZO 109