DOSIERHace años estaba con un grupo de amigos de diferentenacionalidad y, en su mayoría, críticos musicalesdiscutiendo sobre la representación a la que habíamosasistido aquella tarde en uno de los festivales demúsica más prestigiosos de Europa y, cómo no, surgióel tema de lo que nos gustaba, de lo que consideramosbueno y menos bueno, de los cantantes, directores de orquesta,directores de escena, escenógrafos, etc. Si un aficionadomedio nos hubiera escuchado, habría llegado a la conclusión deque nada es intangible ni dogma de fe en el arte y menos en laOpera. Quizá Mirella Freni se salvase de la refriega junto conKleiber y alguno mas que no recuerdo; todos los demás quedaronreducidos a cenizas por unos y otros.Es evidente que la apreciación crítica del fenómeno operísticovaria de un país a otro, igual que varia también el conceptoque el público tiene de él.En Gran Bretaña, que por algo es la tierra del teatro y de losgrandes actores, la Opera es un espectáculo sobre todo teatral.El decorado sirve para enmarcar la acción, no es necesarioderrochar miles de libras en escenografía; lo que importa escómo se desarrolla el contextodramático de la Opera, no dóndese desarrolla. Al público británico leinteresa la interpretación del texto,el servicio al drama y, por supuesto,a la música siempre que esa músicaesté, incluso desde el foso de laorquesta, al servicio del escenario.Que la orquesta suene bien esimportante pero lo es más que eldirector sepa darle el impulso, elsentido que la ópera representadarequiere,Los públicosdos, pero los directores de orquesta, los de escena y los escenógrafossí, y hay que confesar que un espectáculo en Glyndeboumees casi siempre una experiencia inolvidable. Un relojque funciona a la, casi, perfección y en el que la conjunciónmúsica/teatro alcanza niveles envidiables.El público británico es seno, comedido pera capaz de lasmás generosas reacciones cuando algo le complace y del másfrió silencio cuando le disgusta.Todas estas circunstancias han contribuido a que Gran Bretañasea hoy en día una de las grandes potencias operísticas delmundo merced a compositores como Britten y Tippett y unplantel de cantantes muy profesionales y tremendamente preparadospara la escena.El imperio de los directores de escenaEn Alemania y Austria el panorama cambia, estamos en elimperio de los directores de escena. Friedrich, Kupfer, Wunder,Berghaus, Kapmüller crean espectáculos operísticos a su mayorLa misma teoría rige en la escena:el coro se ha de mover connaturalidad, cantar bien y no producirla sensación de un grupo detestaferros a la espera de las entradasdel director de orquesta. Peroen lo que el público británico sediferencia más del de otras latitudeses en el capitulo de los cantantes.Esto no quiere decir que no enloquezcancon Pavarotti, Domingo,Baltsa y otros, sino que en GranBretaña se perdonan muchas cosasa un cantante si tiene tempera- Grabado de la primero representación en b ópera de Viena el 25 de mayo de 1869mentó dramático, escena; sin embargo, a otros que son verdaderosperfeccionistas canoros no se les justifica jamás sus insuficienciasteatrales. Ejemplo fehaciente es el de la soprano JosephineBarstow que, aunque poseedora de medios vocales másque discutibles, arrebata al público británico por su portentosaexpresividad en el escenario. Para la media del operófilo británico,el personaje ha de estar interpretado por el/la cantantede forma que lo haga creíble y si esto no es así, lo consideraninválido.El Non plus ultra de lo que es la Opera en Gran Bretaña es elfestival de Glyndeboume. Allí los artistas no suelen ser conoci-90 SCHERZOglona, dan la vuelta a los textos, los politizan, los desmitifican,los destruyen, los recomponen; todo está en función de susdeseos, los escenógrafos, los figurinistas, los cantantes y, en ocasiones,hasta el director de orquesta. Así vemos a los pobrescantantes saltando como atletas olímpicos, corriendo, columpiándosey, claro,¿in resuello para hacer lo que deben, que escantar. En Alemania, no tanto en Austria, que un espectáculosea bello en el sentido tradicional, para ellos burgués, de la palabraes casi deleznable y el respeto al texto de una ópera esdelito de leso arte propio de subdesarrollados artísticos. Loimportante son las ideas; lo malo es que son siempre las mis-
LA OPERA EN ESPAÑAmas: la lucha de clases, ia destrucción de los ideales, ei peligrode la alienación por al arte. Sin embargo, cuando uno de estosgrandes ¿ideólogos? del espectáculo acierta, puede hacer cosassensacionales, casi siempre discutibles, pero magníficas en suTeatro de Lo Scala con Víctor de Sabam en el podroconjunto. Incluso, en ocasiones, su profundización en los textosilumina rincones insospechados de los mismos, dándoles unatrascendencia inesperada. Para contrarrestar este lastre, los teatrosalemanes cuentan con excelentes orquestas en el foso ycon buenos coros.A pesar de todo y centrándome en los grandes teatros deAustria y Alemania (léase Wiener Staatsoper, Opera deMunich, Opera de Berlín Occidental, Operas de Hamburgo.Frankfurt, Colonia) y en los grandes festivales de verano enMunich, Bayreuth y Salzburgo, tengo que decir que el panoramaoperístico en estas latitudes no es nada del otro mundo.Por supuesto que en las primeras representaciones los directoresde escena suelen ser importantes; los directores de orquesta,salvo Sawallisch. Abbado y Kleiber, no tanto y los cantantes,aun siendo de primera linea, generalmente no han ensayadomucho porque el oído de los austríacos y alemanes es un tantopeculiar para las voces y. en general, conformista y en muchasocasiones sordo (en este caso se salvan ciertos aficionados vienesesque pueden alcanzar niveles de ferocidad notables).Aplaudirlo todoEn Alemania y Austria casi siempre se aplaude todo y estodel aplauso llega a niveles de papanatismo agudo en Bayreuth yleve en Salzburgo. Me entusiasma Wagner, por eso el públicoque más me exaspera es el de Bayreuth. En este festival seaplaude todo y pobre del que muestre su descontento. En laúltima Tetralogía a la que tuve la desgracia de asistir en Bayreuth,se aplaudió con igual intensidad a la deleznable DevoranPolaski en Brünnhilde que años antes a la gloriosa HildegardBehrens en el mismo papel. Y asi todo. Es un público que sesiente satisfecho por haber logrado las localidades y le importaun rábano lo que allí pase. Menos mal que un reducidísimogrupo se encarga de compensar tal adocenamiento con protestasairadas y atronadoras.En Salzburgo los montajes son menos polémicos que en Bayreuthpero quizá aún más aburridos. Afortunadamente losdirectores de orquesta suelen ser de primera y los cantantes, almenos, correctos y. en ocasiones, excelentes.Aun asi, y en descargo de tanvirulenta diatriba, tengo que reconocerque el público no festivalerode lengua alemana es un verdaderolince con los directores de orquestay las orquestas. De esto entiendenmás que ningún otro. Su enormetradición sinfónica les ha acostumbradoa seguir la música en laOpera con una sensibilidad de laque carecen los aficionados mediosde otras latitudes. Ya puede cantarel/la más grande, ya puede tratarsede la representación más inteligente,si el foso no funciona podemosestar seguros de asistir a un escándalo.Si con los cantantes son máscomprensivos, para los directoresde orquesta pueden transformarseen una pesadilla. En Viena y Munichcualquiera puede empuñar la batuta;¡cuántos mediocres lo hacen!; eldirigir allí no supone pertenercer ala élite, pero pobre del que no loFOTO-Muzto nag a a | menos, con discreción. Noolvidaré una representación de Andrea Chenier en Viena en laque el director era un español, "de cuyo nombre prefiero olvidarme",que al terminar el espectáculo sufrió una de las máscopiosas lluvias de bufidos que he presenciado en mi vida. Yeso que los cantantes, salvo un excepcional Zancanaro, tambiénestuvieron rematadamente mal. Sin embargo ¡qué bravosdesaforados cuando en el podio se sube Kleiber, Abbado oSawallisch!.Austria y Alemania son los países en los que triunfan Norman.Marton, Margaret Prince, Domingo, Pavarotti, Carreras,Gruberova. Los adoran, los miman, los obsequian con cientosde minutos de aplausos, pero también aceptan a cantantes demenos entidad incluso a los impresentables en el mundo latino.Espectáculo de los espectáculosY llegamos a Italia En la maravillosa península del Arte tambiénla Opera y su público tienen peculiaridades que los diferenciany lo convierten, para mi, en el país privilegiado para el"espectáculo de los espectáculos". Sus orquestas son el puntoflaco pero cómo suenan a las órdenes de Muti. Kleiber. Bemstein,Solti, Ferro; sus directores de escena son maravillosos:Strehler, Ronconi. Peír Allí; sus escenógrafos, inigualables. Peroen Italia prima el cantante y si falla, mal asunto. Y no digamos sifalla en la Scala de Milán o en el Regio de Parma. En la Scala noimporta el prestigio que tenga un artisita vocal, no importa laedad ni la fama producto de la publicidad. Allí, o se canta o elfiasco. La Scala ha denostado a Callas, titulado de "vergüenzanacional" a la Scotto, enviado (en un Emant con Muti) a cantarla Bohéme a Mirella Freni, pateado a Pavarotti en Lucia, insultadoa Caballé en una noche poco afortunada, abochornado aChris Merrit este año en la Msperos y un largo etc. capaz dehacer temblar al cantante mas templado. La Scala es la catedralde la Opera y sus feroces toggionisti. que por cierto tienenmanías, amores y odios con, si se quiere, más notoriedad que5CHERZO 91