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Scherzo. Núm. 46

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LA OPERA EN ESPAÑAde buenas voces, lo que en principio, asi a secas, no tiene, notiene por qué, nada que ver con su adecuada utilización y sujusta proyección. Es posible que muchas de ellas se hayan perdidopara el arte (canción, zarzuela, ópera) por inexistencia demedios, de ayudas, de maestros. Lo que sí parece claro es queesos milagrosos resplandores, que todavía brillan con algunafrecuencia, son producto sí no de la casualidad, sí de la uniónde unas dotes innatas con ía voluntad de pulirlas y la existenciade enormes dosis de autodidactismo. La mayor parte de lasvoces españolas que han sido y son algo en el panorama internacional,las que han sobresalido por encima de la media, lohan sido casi por si mismas, por su excepcional valía de origeny por el empeño de sus poseedores en adecentarlas. Pensemos,por ejemplo, en un caso como el de Fleta. Sólo una inteligencianatural, una poderosa intuición explican que pudieraadornar su portentosa voz con una técnica tan precisa y unarte tan acabado teniendo en cuenta que no llegó a establecerrelación con ningún maestro de talla: unos años en el Conservatoriode Barcelona y lecciones en Italia con la soprano LuisaPierrick (que más tarde seria su esposa).La del cantante aragonés es una de las voces que mejor ¡lustrany definen las características propias de todas las españolasde tenor, cuerda en la que España ha estado siempre a grannivel (aunque la de él tuviera un centro y graves casi baritonalesen algunas ocasiones): cálida vibración, color rotundamentetenonl, solidez en la zona inferior, amplitud en la medía, robustezen la superior, agudos luminosos, buena extensión y proyecciónmuy franca unida a veces a una cierta guturalidad,como la del propio Fleta o la de Gáyame, o nasalidad como lade Lázaro. De la misma manera que en la parcela femenina hansido las sopranos, y dentro de éstas las ligeras o lírico-ligerascon buena coloratura. las que han brillado a mayor altura;sobre todo en la eclosión de finales y principios de siglo, dejadasatrás las épocas históricas de cantantes como las famosasCorrea: Bamentos, Pareto, De Hidalgo. Capsir. Huguet Galvany...Todos dieron pronto el salto al extranjero, acercándosea su país muy de vez en cuando, o casi nunca, como los espléndidostenores Constantino y Cortís, que se pasearon por elmundo con una generación de diferencia; y eso que en suépoca existía -aparte otros teatros de poca monta y el islotedel Liceo- el Real de Madrid, que. aunque siempre mal organizado,pasando de empresario en empresario, era un magnificoy conservador reducto. En él cantó por última vez Gayarre, "eltenor de la voz de ángel', que aparte su talento natural, sí habíatenido la suerte de contar -fuera de España- con las enseñanzasde un maestro insigne, el italiano Lamperti. forjador de másde una voz señera.La penuriati Real se cerró en 1925 (con La bofiéme en versión de Fleta).Fue el fin de una época si no rutilante, sí receptiva y en ocasionesespectacular, con gran presencia de los grandes divos, quehizo de Madrid primera plaza durante decenios, y con una programaciónmás bien conservadora, que sólo marginalmentecontemplaba los títulos españoles; cosa lógica al no habersepodido levantar, pese a los esfuerzos de Arrieta, Barbieri, Chapío Bretón, una ópera nacional. A partir de aquel año, en mediode la penumbra, que se hizo negrura absoluta después de laguerra y que motivó la casi completa desaparición del género,quedaron las excepciones de un Liceo que malvivía y de loscortos y modestos festivales de provincias. Es verdaderamentemilagroso -una vez más, la paradoja- que, a despecho de todoello, continuaran surgiendo voces de calidad, algunas excepcionales;y siempre en el reino de lo lírico, lo luminoso: Victoria delos Angeles, terciopelo y cristal: Pilar Lorengar, íntima y cálidavibración; Teresa Berganza, mezzo aguda de áureos reflejos;Montserrat Caballé, pureza instrumental... Y los tenores: AlfredoKraus. el maestro: Plácido Domingo, en origen timbre plateadoy penetrante: José Carreras, de destelllos sensuales ymediterráneos: Jaime Aragall. homogéneo, caluroso, hermosísimocolor... Son los más grandes, no todos a la misma alturatécnica ni en su mejor momento ya. Pero siguen llevando concierta dignidad aún el pabellón del canto español sin que parezcaque vayan a tener por ahora claros sustitutos. Voces líricas yplenas, rotundas, vibrantes. Nada equivalente en las tesiturasmás graves. Ningún bajo después de Mardones, pocos barítonos,a no ser Ausensi y, en el campo de la zarzuela, Sagi-Barba,Sagi Vela y Redondo.Teresa Berganza, mezzo agudo de áureos fe/tejosHoy, sin que la existencia de tales voces lo contradiga, vivimosen una situación de penuria que poco a poco, muy difícilmente,va remontándose merced al mantenimiento, a base denotables esfuerzos, de algunos festivales (en Bilbao, Valencia,Oviedo o Málaga), que incluyen repertorios trillados; a la supervivenciadel Liceo, reorganizado hace pocos años y que hamejorado sensiblemente su oferta (con lo que arrastra unimportante déficit); y, por supuesto, a la actividad en las últimastemporadas del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela que, conproblemas y una política discutible, ha levantado en buenamedida la lánguida vida operística de la capital. Aunque nosiempre se hagan las cosas con rigor, se esté muchas veces alcapricho del divo o al interés de los agentes y empresarios,SCHER2O 87

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