través del complejo de castración está en el centro del deseo del hombre; en cambio,aunque para la mujer sea un nudo necesario, también está en relación con el deseo delOtro. Ella se tienta tentando.El amor en las mujeres involucra esencialmente la demanda de amor. En tanto quela posición femenina comporta el no todo, ella es “no toda”, dice Lacan (1975), estademanda posee un carácter absoluto y potencialmente infinito. En la medida en que elpartenaire se ubica del lado del S(A) barrado, el retorno invertido de esta demandailimitada es desvastadora.El estrago es la otra cara del amor del lado femenino, dice Miller en El partenairesíntoma,es el retorno de la demanda de amor con índice infinito. A diferencia delsíntoma localizado del lado masculino, del lado femenino la estructura del no-todoproduce que la respuesta del partenaire, o su no respuesta, sea experimentada comoun estrago.Laurent (1999) ha indicado cómo el amor al padre, que de ningún modo es elpadre de la realidad, es una función que en las mujeres toma el valor del mito de lasdos caras de Jano: por un lado, fija un límite y, por otro lado, garantiza elrelanzamiento del goce del lado femenino.Esto nos lleva a visualizar el “amor al padre” en el corazón de la homeostasis de goceque relanza la demanda de amor, al que también se le demanda amor. De esta manera,el padre y el goce quedan articulados en las mujeres, sin construir en modo alguno ununiversal, sino que atraviesa, del lado femenino, la posición de no toda al padreaunque busque ser solo una, solo ella, por amor.En conclusion cuando la vida pone en la circunstancia de que la pareja seaviolenta, esta vivencia es traumática en sí misma y puede dejar a la mujer sin recursospara defenderse y/o escapar de esa situación. La violencia en la pareja que ocurre conun comienzo insidioso, sutil, se manifiesta en formas que no son catalogadas alprincipio como violencia porque entran dentro de conductas propias de las
convenciones del género, que son por tanto invisibles y que van produciendohabituación (Romero, 2004).Cuando la violencia se produce de manera más evidente, el vínculo afectivo,íntimo, está ya establecido, un vínculo que se caracteriza por un apego fuerte queincluye tanto extremos de buen como de mal trato, que suele ocurrir en forma deciclos que alternan episodios violentos con otros de calma que fomentan la esperanzade que la violencia no volverá a ocurrir.Además de las razones sociales y/o económicas, las motivaciones internas,psicológicas, para adaptarse a este vínculo en vez de romperlo o defenderseadecuadamente en él son múltiples y complejas. Incluyen reacciones de la mujer aestrategias puestas en práctica por los perpetradores, reacciones emocionales como elmiedo, la autoinculpación, la disminución de autoestima, la vivencia continuada deindefensión, combinadas con lo impredecible del estallido agresivo y con elaislamiento de la mujer.Todo esto se interrelaciona con la presencia en ella de creencias matrices propiasde su identidad de género, sobre el rol de la mujer en los vínculos afectivos y sobre elamor romántico idealizado. El resultado es que la víctima va sufriendoprogresivamente de una desactivación de los recursos de defensa que en otrascircunstancias tendría, tal como ocurre en las situaciones traumáticas.
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