señuelo para causar el deseo. Ante un espacio para hablar lo que habitualmente seescucha de las mujeres es ruido, los golpes, los gritos, los insultos.Lo que el discurso analítico permite hacer emerger como lectura de la estructura estodo el problema del ideal en tanto éste es un efecto del lenguaje y emerge frente alabandono e incompletud del ser hablante. Ante el vacío que el lenguaje produce en elser hablante se trata de alcanzar una imagen ideal. En el caso de las mujeresmaltratadas lo que está en juego es un ideal conclusivo, y ese ideal conclusivo traba eldeseo, lo fija como pura promesa de lo imposible, de su satisfacción absoluta, de lacompletud absoluta. El ideal conclusivo conduce al régimen del Todo: ser todo, tenertodo, ser la mujer toda, La mujer.Sin embargo, lo que el psicoanálisis dirá es que existe la carencia de unsignificante de la feminidad independiente de la significación fálica, esto constituyelo específico de la castración de una mujer y se lo encuentra en la lógica de lasfórmulas de la sexuación propuestas por Lacan (1981).Según Lacan (1981) lo que del lado del hombre vale como privación de un goce,encarnado en la figura del padre primitivo, del lado mujer no funciona del mismomodo, ya que no es lo mismo partir del temor a perder que del deseo de tener. Puestoque la función del límite está negada del lado mujer, de eso se deriva una relación conel goce diferente a la que rige del lado hombre. Si bien las mujeres participan delgoce fálico, en cambio tienen una relación distinta con aquello que le pone límite. ElOtro goce que el goce fálico, ese goce que tiene relación con el goce del Otro,figurado por el padre de la horda primitiva, no está excluido del campo, por imposibleque resulte. Que ese goce suplementario esté del lado mujer, no quiere decir que elhombre no pueda alcanzarlo, como tampoco que las mujeres no estén ordenadas en elgoce fálico. Por el contrario, ambos lados representan la escisión misma de todosujeto. Así, el Otro sexo, La Mujer, está por fuera del goce fálico y tiene una relaciónal Otro goce. La mujer que es no-toda, está dividida. Ella apunta al falo comoatributo de su compañero, pero la otra dirección de su deseo se orienta hacia el S(A)“significante del Otro tachado”, la ausencia de la que ella goza.
De esta forma encontramos desde el psicoanálisis la posibilidad de trabajar coneste fenómeno social pero desde lo particular de cada mujer, privilegiando su palabra,su historia, su constitución subjetiva, lo cual va más allá de una demanda social,institucional o legal, se trata de una ley diferente la del inconsciente. Dentro de lapráctica psicoanalítica se sitúa el estudio de las posiciones femeninas separando así laclínica de las identificaciones culturales. Lo femenino queda entonces delimitado paracada mujer por un vacío, una falta ante la cual trata de responder por medio desemblantes que tratan de responder a qué y como ser una mujer.Retomando las relaciones que a nivel social se enmarcan ante los roles hombre /mujer, dichos encuadres resultan inadecuados al trazar una correlación entremasculino / activo y femenino / pasivo. Lo activo y lo pasivo no son calificativos delo masculino y lo femenino: “Podría intentarse caracterizar psicológicamente lafeminidad diciendo que consiste en la predilección por metas pasivas. Desde luego,esto no es idéntico a pasividad, ya que es necesaria una gran dosis de actividad paraalcanzar una meta pasiva. Quizás ocurra que desde el modo de participación de lamujer en la función sexual se difunda a otras esferas de su vida la preferencia por unaconducta pasiva y aspiraciones de meta pasiva … ” Freud (1991). La vida sexual sepresenta entonces como el paradigma que irradia la vida en general.Si en principio hay una posición pasiva (goce del Otro), luego una posición activa(goce fálico), el retorno a una posición pasiva (Otro goce) es ese tercer tiempo que, sibien define en sí a la feminidad, no deja de ser contingente. La vía pasiva consiste enhacerse el objeto del deseo (identificación con el falo) y la vía activa se resume enbuscar al Otro (una identificación con tener el falo). Por eso las vías pasivas o activaspueden ser asociadas con lo femenino y lo masculino, sin que estos términos tenganrelación directa con el sexo anatómico. Esta rareza, que la práctica analítica permiteverificar, hace del deseo sexual un deseo articulado con el significante, en tanto noconoce otro símbolo que el falo.
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