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Artículopodían demostrar sus destrezas. El objetivo básico de estos rodeosera cumplir con las faenas propias de la crianza y proveerentretención al público asistente. Como se puede apreciar laplaza en este siglo concentraba gran actividad y la entretenciónno faltaba.que, asidos a ella, daban audiencia a sus cuotidianos visitantes.Era cosa común de ver todas las mañanas tendidas, al lado deafuera de la arquería de este triste edificio, uno o dos cadáveresensangrentados, allí expuestos por la policía para que fuesen reconocidospor sus respectivos deudos.Con el pasar del tiempo, la Plaza de Armas fue cambiando Duranteel siglo XIX, adquiere un nuevo significado: cambia deuna singular plaza pueblerina a la de una ciudad viva y dueñade renovada arquitectura con aires franceses. Sin embargo, estoscambios no sucedieron de un momento a otro. Complementaesa visión Vicente Pérez Rosales (1886), quien relata suopinión de la Plaza de Armas de Santiago de la década de 1840en “Recuerdos del Pasado”:Nuestra capital sólocontaba con una recovacon una solaplaza mayor, en lacual se encontraban,junto con las mejorestiendas de comercio,la catedral, un conventode monjas, laresidencia de las autoridadesel cabildo,y la inexorable cárcelpública, que, a usanza de todos los pueblos de origen español,ostentaba su adusta reja de fierro y las puercas manos de los reosDesde la puerta de la cárcel, y formando calle con la que ahorallamamos del Estado, se vela alineada una fila de burdos casuchosde madera y de descuidados toldos que, con el nombre debaratillos, hacían entonces las veces de las graciosas y limpiastiendillas que adornan ahora las bases de las columnas del portalFernández Concha” 11 .En Santiago no todo es de lamentar. La Plaza de Armas en elsiglo XIX presenta algunos adelantos importantes y continúaAunque los pobres de la ciudad contaban con una esfera pública propia,las afirmaciones antes realizadas han llevado a indicar, en referencia ala plaza, que la visión de esta ha cambiado: de ser un lugar de encuentroa uno de separación. Esta postura era común para la época en donde seveían dos ciudades, en donde la persona popular se mantenía alejada delterritorio político y cultural.11 Pérez Rosales, Vicente. Recuerdos del Pasado (1814-1860), (terceraedición), Imprenta Gutenberg, Santiago, Chile, 1886. Web. 3 de abril 2014http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0004566.pdf29

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