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convenció, sin embargo, al sofista, que quiso sostenerse<br />
haciendo esta última objeción: que el valor es necesariamente<br />
una virtud distinta de todas las demás, puesto<br />
que es dado al más injusto y al más depravado de los hombres<br />
mostrar valor. Sócrates, valiéndose de razones que<br />
reproducen en el fondo ciertos pasajes del Laques, responde<br />
, que el valor, desprovisto de prudencia ó más bien<br />
de ciencia, no es el verdadero valor. El fondo del verdadero<br />
valor es la ciencia de las cosas que son de temer y de<br />
las que no lo son. De aquí se sigue, puesto que todas las<br />
virtudes forman una sola, que Sócrates parece contradecirse,<br />
convirtiendo la ciencia en condición de la virtud.<br />
Si es una ciencia, se la puede enseñar, lo cual es una<br />
contradicción patente con la conclusión que precede.<br />
Sea que Sócrates no haya tenido por objeto, al fin del<br />
debate, más que probar á Protágoras que sabe mejor que<br />
un sofista defender y probar el pro y el contra, ó sea que<br />
se propusiera dejar sin resolución la cuestión principal, es<br />
decir, si la virtud puede ó no puede ser enseñada, Sócrates<br />
rompe la conversación, dirigiendo al sofista este<br />
último epigrama: quizá venga un dia en que llegue á<br />
saber que Protágoras es el más sabio de los hombres.<br />
Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 2, Madrid 1871