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Aprendiendo a querer noviazgos libres de violencia GENDES

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que subordina y oprime a las mujeres, en tanto colectivo. Por tanto,<br />

es importante tener muy en cuenta que la diferencia <strong>de</strong> género no<br />

es inocua, sino que se traduce siempre en <strong>de</strong>sigualdad, en el ejercicio<br />

<strong>de</strong> un po<strong>de</strong>r injusto (Serret, 2008: 52).<br />

® ® El género requiere <strong>de</strong> contextos. En virtud <strong>de</strong> que es una construcción<br />

histórica, variable y relacional, es algo central y en otras<br />

ocasiones algo marginal en la vida <strong>de</strong> las personas, e implica no<br />

sólo atención en las mujeres sino también enfocar la atención en<br />

los hombres concretos y en la construcción <strong>de</strong> sus masculinida<strong>de</strong>s,<br />

“…y <strong>de</strong>be ir acompañado <strong>de</strong> otros conceptos e indicadores,<br />

como clase social, edad, condición étnica…, espacio laboral, espacio<br />

geográfico rural/urbano, etc.” (Lamas, 2003:8). En otras palabras,<br />

es menester tener en cuenta el contexto específico <strong>de</strong> esos<br />

procesos subjetivos, así como el proceso permanente <strong>de</strong> auto-reconocimiento<br />

y reconocimiento <strong>de</strong> las y los otros, toda vez que<br />

éstos son elementos sustantivos <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s.<br />

® ® El género contiene dimensiones subjetivas que requieren ser<br />

transformadas. Hay que reconocer el peso <strong>de</strong> lo simbólico y <strong>de</strong><br />

lo imaginario y la complejidad <strong>de</strong> los sistemas <strong>de</strong> representación<br />

social. Así, “para modificar la subjetividad <strong>de</strong> las personas, sus<br />

valoraciones íntimas sobre lo que es propio <strong>de</strong> cada sexo y sus<br />

procesos <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación, es necesario hacer una intervención<br />

<strong>de</strong> política cultural” (Lamas, 2003: 8).<br />

La perspectiva <strong>de</strong> género, o bien, metafóricamente: “ponernos los lentes<br />

<strong>de</strong> género” nos ayuda a <strong>de</strong>snaturalizar la lógica <strong>de</strong> género (jerárquica<br />

y opresiva) que hasta antes habíamos asumido como natural e inamovible.<br />

En este sentido, tanto el ser mujer como el ser hombre, se refiere<br />

a mandatos sociales; nadie nace ni mujer ni hombre, es la cultura quien<br />

nos adscribe el género y es la perspectiva <strong>de</strong> género la que nos ayuda a<br />

enten<strong>de</strong>r cómo fue el proceso <strong>de</strong> subjetivación genérica, es <strong>de</strong>cir, cómo<br />

fue que hoy en día sentimos, pensamos, vivimos… como mujeres, o como<br />

hombres.<br />

Des<strong>de</strong> esta lógica, el ser hombre en una sociedad como la nuestra, representa<br />

un foco <strong>de</strong> atención ya que, precisamente, es a la masculinidad a<br />

quien la lógica <strong>de</strong> género enaltece y privilegia. Analicemos para enten<strong>de</strong>r<br />

tal efecto el concepto <strong>de</strong> “masculinidad”.<br />

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