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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 19. El Regreso a Canaán<br />

ATRAVESANDO el Jordán, llegó Jacob "sano a la ciudad de Sichem, que está en la tierra<br />

de Canaán." (Véase Génesis 33:37.) Así quedó contestada la oración que el patriarca había elevado<br />

en Betel para pedir a Dios que le ayudara a volver en paz a su propio país. Durante algún tiempo<br />

habitó en el valle de Siquem. Fue allí donde Abrahán, más de cien años antes, había establecido<br />

su primer campamento y erigido su primer altar en la tierra de promisión. Allí Jacob "compró una<br />

parte del campo, donde tendió su tienda, de mano de los hijos de Hamor, padre de Sichem, <strong>por</strong><br />

cien piezas de moneda. Y erigió allí un altar, y llamóle: El Dios de Israel." Como Abrahán, Jacob<br />

erigió junto a su tienda un altar en honor a Jehová, y ante él congregaba a los miembros de su<br />

familia para el sacrificio de la mañana y de la noche. Fue allí donde cavó un pozo al cual se llegó<br />

diecisiete siglos más tarde el Salvador, descendiente de Jacob, y mientras junto a él descansaba<br />

del calor del mediodía, hablo a sus admirados oyentes del agua que salta "para vida eterna." (Juan<br />

4:14) La estada de Jacob y de sus hijos en Siquem terminó en la violencia y el derramamiento de<br />

sangre. La única hija de la familia fue deshonrada y afligida; dos hermanos de ésta se hicieron reos<br />

de asesinato; una ciudad entera fue víctima de la matanza y la ruina, en represalia de lo que al<br />

margen de la ley hiciera un joven arrebatado. El origen de tan terribles resultados lo hallamos en<br />

el hecho de que la hija de Jacob, salió "a ver las hijas del país," aventurándose así a entrar en<br />

relaciones con los impíos. El que busca su placer entre los que no temen a Dios se coloca en el<br />

terreno de Satanás, y provoca sus tentaciones.<br />

La traidora crueldad de Simeón y de Leví no fue inmotivada; pero su proceder hacia los<br />

siquemitas fue un grave pecado. Habían ocultado cuidadosamente sus intenciones a Jacob, y la<br />

noticia de su venganza le llenó de horror. Herido en lo más profundo de su corazón <strong>por</strong> el embuste<br />

y la violencia de sus hijos, sólo dijo: "Habéisme turbado con hacerme abominable a los moradores<br />

de aquesta tierra, . . . y teniendo yo pocos hombres, juntarse han contra mí, y me herirán, y seré<br />

destruido yo y mí casa." El dolor y la aversión con que miraba el hecho sangriento cometido <strong>por</strong><br />

sus hijos se manifiesta en las palabras con las cuales recordó ese acto, casi cincuenta años más<br />

tarde cuando yacía en su lecho de muerte en Egipto: "Simeón y Leví, hermanos: armas de iniquidad<br />

sus armas. En su secreto no entre mí alma, ni mi honra se junte en su compañía; . . . maldito su<br />

furor, que fue fiero; y su ira, que fue dura." (Gén, 49: 5-7)<br />

Jacob creyó que había motivo para humillarse profundamente. La crueldad y la falsía se<br />

manifestaban en el carácter de sus hijos. Había dioses falsos en su campamento, y hasta cierto<br />

punto la idolatría estaba ganando terreno en su familia. Si el Señor los tratara según lo merecían,<br />

¿no los abandonaría a la venganza de las naciones circunvecinas. Mientras Jacob estaba oprimido<br />

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