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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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tan grande?" (Jos. 17: 14-18.) Pero no lograron que el jefe inflexible se apartara de la estricta<br />

justicia. Su respuesta fue: "Si eres pueblo tan grande, sube tú al monte, y corta para ti allí en la<br />

tierra del Pherezeo y de los gigantes, pues que el monte de Ephraim es angosto para ti." La<br />

contestación de ellos demostró el verdadero motivo de su queja: les hacía falta fe y valor para<br />

desalojar a los cananeos. "No nos bastará a nosotros este monte dijeron,- y todos los Cananeos que<br />

habitan la tierra de la campiña, tienen carros herrados." El poder del Dios de Israel había sido<br />

prometido a su pueblo, y si los efrainitas hubieran tenido el valor y la fe de Caleb, ningún enemigo<br />

habría podido oponérseles. Josué encaró firmemente el deseo manifiesto de ellos de evitar los<br />

trabajos y peligros. Les dijo: "Tú eres gran pueblo, y tienes gran fuerza; no tendrás una sola suerte;<br />

mas aquel monte será tuyo; que bosque es, y tú lo cortarás, y serán tuyos sus términos: <strong>por</strong>que tú<br />

echarás al Cananeo, aunque tenga carros herrados, y aunque sea fuerte."<br />

Así sus propios argumentos fueron esgrimidos contra ellos. Siendo ellos un gran pueblo,<br />

como alegaban serlo, tenían plena capacidad para abrirse camino, como sus hermanos. Con la<br />

ayuda de Dios, no necesitaban temer los carros herrados. Hasta entonces, Gilgal había sido cuartel<br />

general de la nación y asiento del tabernáculo. Pero ahora el tabernáculo debía ser trasladado al<br />

sitio escogido como su lugar permanente: la pequeña ciudad de Silo, en tierra adjudicada a Efraín.<br />

Estaba situada cerca del centro del país, y era fácilmente accesible para todas las tribus. Esa parte<br />

del país había sido subyugada completamente, y <strong>por</strong> lo tanto los adoradores no serían molestados.<br />

"Y toda la congregación de los hijos de Israel se juntó en Silo, y asentaron allí el tabernáculo del<br />

testimonio. (Jos. 18: 1-10.)<br />

Las tribus que aun estaban acampadas cuando se trasladó el tabernáculo de Gilgal a Silo, lo<br />

siguieron y acamparon cerca de esa ciudad hasta que se dispersaron para ocupar sus respectivas<br />

heredades. El arca permaneció en Silo <strong>por</strong> espacio de trescientos años, hasta que, a causa de los<br />

pecados de la casa de Elí, cayó en manos de los filisteos y Silo fue destruida totalmente. Ya no<br />

volvió a colocarse el arca en el tabernáculo en ese lugar, pues el servicio del santuario se trasladó<br />

<strong>por</strong> último al templo de Jerusalén, y Silo se convirtió en una localidad insignificante. Sólo quedan<br />

algunas ruinas para señalar el sitio que ocupó. Mucho después la suerte que corrió aquel pueblo<br />

sirvió para amonestar a Jerusalén. "Andad empero ahora a mi lugar que fue en Silo, donde hice<br />

que morase mí nombre al principio declaró el Señor <strong>por</strong> el profeta Jeremías, - y ved lo que le hice<br />

<strong>por</strong> la maldad de mi pueblo Israel.... Haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre,<br />

en la que vosotros confiáis, y a este lugar que di a vosotros y a vuestros padres, como hice a Silo."<br />

(Jer. 7: 12-14.) "Y después que acabaron de repartir la tierra en heredad," y cuando ya todas las<br />

tribus habían recibido la heredad que les tocara, Josué presentó su derecho. A él, como a Caleb, se<br />

le había prometido una herencia especial; no pidió, sin embargo, una provincia grande, sino una<br />

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