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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 72. La Rebelión de Absalón<br />

EL DEBE pagar la cordera con cuatro tantos," había sido la sentencia que David había<br />

dictado inconscientemente contra sí mismo, al oír la parábola del profeta Natán; y debía ser<br />

juzgado en conformidad con su propia sentencia. Iban a caer cuatro de sus hijos, y la pérdida de<br />

cada uno de ellos sería el resultado del pecado del padre. David dejó pasar desapercibido el crimen<br />

vergonzoso de Amnón, el primogénito, sin castigarlo ni reprenderlo. La ley castigaba con la muerte<br />

al adúltero, y el crimen desnaturalizado de Amnón le hacía doblemente culpable. Pero David,<br />

sintiéndose él mismo condenado <strong>por</strong> su propio pecado, no llevó al delincuente a la justicia. Durante<br />

dos largos años, Absalón, el protector natural de la hermana tan vilmente agraviada, ocultó su<br />

propósito de venganza, pero tan sólo para dar un golpe más certero al fin.<br />

En un festín de los hijos del rey, el borracho e incestuoso Amnón fue muerto <strong>por</strong> orden de<br />

su hermano. Un castigo doble había caído sobre David. Se le llevó este terrible mensaje: "Absalom<br />

ha muerto a todos los hijos del rey, que ninguno de ellos ha quedado. Entonces levantándose David,<br />

rasgó sus vestidos, y echóse en tierra, y todos sus criados, rasgados sus vestidos, estaban delante."<br />

(Véase 2 Samuel 13-19) Los hijos del rey, al regresar alarmados a Jerusalén, le revelaron a su<br />

padre la verdad: sólo Amnón había sido muerto; "y alzando su voz lloraron. Y también el mismo<br />

rey y todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos." Pero Absalón huyó a Talmai, rey de<br />

Gesur y padre de su madre. Como a otros de los hijos de David, a Amnón se le había permitido<br />

acostumbrarse a satisfacer sus gustos y apetitos egoístas. Había procurado conseguir todo lo que<br />

pensaba en su corazón, haciendo caso omiso de los mandamientos de Dios. A pesar de su gran<br />

pecado, Dios lo había so<strong>por</strong>tado mucho tiempo.<br />

Durante dos años, le había dado o<strong>por</strong>tunidad de arrepentirse; pero continuó en el pecado, y<br />

cargado con su culpa fue abatido <strong>por</strong> la muerte, a la espera del terrible tribunal del juicio. David<br />

había descuidado su obligación de castigar el crimen de Amnón, y a causa de la infidelidad del rey<br />

y padre, y <strong>por</strong> la impenitencia del hijo, el Señor permitió que los acontecimientos siguieran su<br />

curso natural, y no refrenó a Absalón. Cuando los padres o los gobernantes descuidan su deber de<br />

castigar la iniquidad, Dios mismo toma el caso en sus manos. Su poder refrenador se desvía hasta<br />

cierta medida de los instrumentos del mal, de modo que se produzca una serie de circunstancias<br />

que castigue al pecado con el pecado. Los resultados funestos de la injusta complacencia de David<br />

hacia Amnón no terminaron con esto; pues entonces principió el desafecto de Absalón con su<br />

padre. Cuando el joven príncipe huyó a Gesur, David, creyendo que el crimen de su hijo exigía<br />

algún castigo, le negó permiso para regresar. Pero esto tendió a aumentar más bien que disminuir<br />

los males inexplicables que enredaban al rey. Absalón, hombre enérgico, ambicioso y sin<br />

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