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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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sola ciudad. "Le dieron la ciudad que él pidió; ... y él reedificó la ciudad, y habitó en ella." (Jos.<br />

19: 49, 50.) El nombre que se le puso a la ciudad fue Timnath-sera, "la parte que sobra," y atestiguó<br />

para siempre el carácter noble y espíritu desinteresado del vencedor que, en vez de ser el primero<br />

en apropiarse del botín de la victoria, postergó su derecho hasta que los más humildes de su pueblo<br />

habían recibido su parte. Seis de las ciudades dadas a los levitas, tres a cada lado del Jordán, fueron<br />

designadas como ciudades, de refugio, a las cuales pudieran huir los homicidas en busca de<br />

seguridad. La designación de estas ciudades había sido ordenada <strong>por</strong> Moisés, para que a ellas<br />

pudiera huir "el homicida que hiriere a alguno de muerte <strong>por</strong> yerro. Y os serán aquellas ciudades<br />

<strong>por</strong> acogimiento del pariente -dijo,-y no morirá el homicida hasta que esté a juicio delante de la<br />

congregación." (Núm- 35: 11, 12.)<br />

Lo que hacía necesaria esta medida misericordiosa era la antigua costumbre de vengarse<br />

particularmente, que encomendaba el castigo del homicida al pariente o heredero más cercano al<br />

muerto. En los casos en que la culpabilidad era clara y evidente, no era menester esperar que los<br />

magistrados juzgaran al homicida. El vengador podía buscarlo y perseguirlo dondequiera que lo<br />

encontrara. El Señor no tuvo a bien abolir esa costumbre en aquel entonces; pero tomó medidas<br />

para afianzar la seguridad de los que sin intención quitaran la vida a alguien. Las ciudades de<br />

refugio estaban distribuidas de tal manera que había una a medio día de viaje de cualquier parte<br />

del país. Los caminos que conducían a ellas habían de conservarse en buen estado; y a lo largo de<br />

ellos se habían de poner postes que llevaran en caracteres claros y distintos la inscripción<br />

"Refugio" o "Acogimiento" para que el fugitivo no perdiera un solo momento.<br />

Cualquiera, ya fuera hebreo, extranjero o peregrino, podía valerse de esta medida. Pero si<br />

bien no se debía matar precipitadamente al que no fuera culpable, el que lo fuera no había de<br />

escapar al castigo. El caso del fugitivo debía ser examinado con toda equidad <strong>por</strong> las autoridades<br />

competentes, y Sólo cuando se comprobaba que era inocente de toda intención homicida podía<br />

quedar bajo la protección de las ciudades de asilo. Los culpables eran entregados a los vengadores.<br />

Los que tenían derecho a gozar protección podían tenerla tan sólo mientras permanecieran dentro<br />

del asilo designado. El que saliera de los límites prescritos y fuera encontrado <strong>por</strong> el vengador de<br />

la sangre, pagaba con su vida la pena que entrañaba el despreciar las medidas del Señor. Pero a la<br />

muerte del sumo sacerdote, todos los que habían buscado asilo en las ciudades de refugio quedaban<br />

en libertad para volver a sus respectivas propiedades.<br />

En un juicio <strong>por</strong> homicidio, no se podía condenar al acusado <strong>por</strong> la declaración de un solo<br />

testigo, aunque hubiera graves pruebas circunstanciales contra él. La orden del Señor fue:<br />

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