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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 28. La Idolatría en el Sinaí<br />

LA AUSENCIA de Moisés fue para Israel un tiempo de espera e incertidumbre. El pueblo<br />

sabía que él había subido al monte con Josué, y que había entrado en la densa y obscura nube que<br />

se veía desde la llanura, sobre la cúspide del monte, y era iluminada de tanto en tanto <strong>por</strong> los rayos<br />

de la divina presencia. Esperaron ansiosamente su regreso. Acostumbrados como estaban en<br />

Egipto a representaciones materiales de los dioses, les era difícil confiar en un Ser invisible, y<br />

habían llegado a depender de Moisés para mantener su fe. Ahora él se había alejado de ellos.<br />

Pasaban los días y las semanas, y aún no regresaba. A pesar de que seguían viendo la nube, a<br />

muchos les parecía que su dirigente los había abandonado, o que había sido consumido <strong>por</strong> el<br />

fuego devorador.<br />

Durante este período de espera, tuvieron tiempo para meditar acerca de la ley de Dios que<br />

habían oído, y preparar sus corazones para recibir las futuras revelaciones que Moisés pudiera<br />

hacerles. Pero no dedicaron mucho tiempo a esta obra. Si se hubieran consagrado a buscar un<br />

entendimiento más claro de los requerimientos de Dios, y hubieran humillado sus corazones ante<br />

él, habrían sido escudados contra la tentación. Pero no obraron así y pronto se volvieron<br />

descuidados, desatentos y licenciosos. Esto ocurrió especialmente entre la "multitud mixta."<br />

(V.M.) Sentían impaciencia <strong>por</strong> seguir hacia la tierra prometida, que fluía leche y miel. Les había<br />

sido prometida a condición de que obedecieran; pero habían perdido de vista ese requisito. Algunos<br />

sugirieron el regreso a Egipto; pero ya fuera para seguir hacia Canaán o para volver a Egipto, la<br />

masa del pueblo resolvió no esperar más a Moisés.<br />

Sintiéndose desamparados debido a la ausencia de su jefe, volvieron a sus antiguas<br />

supersticiones. La "multitud mixta" fue la primera en entregarse a la murmuración y la<br />

impaciencia, y de su seno salieron los cabecillas de la apostasía que siguió. Entre los objetos<br />

considerados <strong>por</strong> los egipcios como símbolos de la divinidad estaba el buey, o becerro; y <strong>por</strong><br />

indicación de los que habían practicado esta forma de idolatría en Egipto, hicieron un becerro y lo<br />

adoraron. El pueblo deseaba alguna imagen que representara a Dios, y que ocupara ante ellos el<br />

lugar de Moisés. Dios no había revelado ninguna semejanza de sí mismo y había prohibido toda<br />

representación material que se propusiera hacerlo. Los extraordinarios milagros hechos en Egipto<br />

y en el mar Rojo tenían <strong>por</strong> fin establecer la fe en Jehová como el invisible y todopoderoso<br />

Ayudador de Israel, como el único Dios verdadero.<br />

Y el deseo de alguna manifestación visible de su presencia había sido atendido con la<br />

columna de nube y fuego que había guiado al pueblo, y con la revelación de su gloria sobre el<br />

monte Sinaí. Pero estando la nube de la presencia divina todavía ante ellos, volvieron sus corazones<br />

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