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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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cometido un error fatal cuyas 413 consecuencias iban a resultarles desastrosas. No habían<br />

cambiado en su corazón y sólo necesitaban una excusa para rebelarse otra vez. Esta excusa se les<br />

presentó cuando Moisés les ordenó <strong>por</strong> autoridad divina que regresaran al desierto.<br />

El decreto de que Israel no entraría en la tierra de Canaán <strong>por</strong> cuarenta años fue una amarga<br />

desilusión para Moisés, Aarón, Caleb y Josué; pero aceptaron sin murmurar la decisión divina. Por<br />

el contrario, los que habían estado quejándose de cómo Dios los trataba y declarando que querían<br />

volver a Egipto, lloraron y se lamentaron grandemente cuando les fueron quitadas las bendiciones<br />

que habían menospreciado. Se habían quejado <strong>por</strong> nada, y ahora Dios les daba verdaderos motivos<br />

de llorar. Si se hubieran lamentado <strong>por</strong> su pecado cuando les fue presentado fielmente, no se habría<br />

pronunciado esta sentencia; pero se afligían <strong>por</strong> el castigo; su dolor no era arrepentimiento, y <strong>por</strong><br />

lo tanto, no podía obtener la revocación de su sentencia. Pasaron toda la noche lamentándose; pero<br />

<strong>por</strong> la mañana, renació en ellos la esperanza. Resolvieron redimir su cobardía.<br />

Cuando Dios es había mandado que siguieran hacia adelante y tomaran posesión de la tierra,<br />

habían rehusado hacerlo; ahora, cuando Dios les ordenaba que se retiraran, se negaron igualmente<br />

a obedecer sus órdenes. Decidieron apoderarse de la tierra; pudiera ser que Dios aceptara su obra,<br />

y cambiara su propósito hacia ellos. Dios les había dado el privilegio y el deber de entrar en la<br />

tierra en el tiempo que les señalara; pero debido a su negligencia voluntaria, se les había retirado<br />

ese permiso.<br />

Satanás había logrado su objeto de impedirles la entrada a Canaán; y ahora los incitaba a<br />

que, contrariando la prohibición divisa, hicieran precisamente aquello que habían rehusado hacer<br />

cuando Dios se lo había mandado. En esa forma, el gran engañador logró la victoria al incitarlos<br />

<strong>por</strong> segunda vez a la rebelión. Habían desconfiado de que el poder de Dios acompañara sus<br />

esfuerzos <strong>por</strong> obtener la posesión de Canaán; pero ahora confiaron excesivamente 414 en sus<br />

propias fuerzas y quisieron realizar la obra sin la ayuda divina. "Pecado hemos contra Jehová -<br />

gritaron;- nosotros subiremos y pelearemos, conforme a todo lo que Jehová nuestro Dios nos ha<br />

mandado." (Deut. 1: 41) ¡Cuán terriblemente enceguecidos los había dejado su transgresión! jamás<br />

les había mandado el Señor que subieran y pelearan. No quería él que obtuvieran posesión de la<br />

tierra <strong>por</strong> la guerra, sino mediante la obediencia estricta a sus mandamientos. Aunque sin sufrir el<br />

menor cambio de corazón, el pueblo había confesado cuán inicua y estúpida había sido su rebelión<br />

al oír el relato de los espías. Ahora veían el valor de la bendición que tan impetuosamente habían<br />

desechado. Confesaron que su propia incredulidad era la que les había vedado la entrada a Canaán.<br />

"Pecado hemos contra Jehová," dijeron, y reconocieron que la culpa era de ellos, y no de<br />

Dios, a quien tan inicuamente habían acusado de no cumplir las promesas que les hiciera. A pesar<br />

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