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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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fue ésta: "También haré esto que has dicho, <strong>por</strong> cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he<br />

conocido <strong>por</strong> tu nombre." El profeta aun no dejó de suplicar. Todas sus oraciones habían sido<br />

oídas, pero tenía fervientes deseos de obtener aun mayores pruebas del favor de Dios. Entonces<br />

hizo una petición que ningún ser humano había hecho antes: "Ruégote que me muestres tu gloria."<br />

Dios no le reprendió <strong>por</strong> su súplica ni la consideró presuntuosa, sino que, al contrario, dijo<br />

bondadosamente: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro." Ningún hombre puede, en su<br />

naturaleza mortal, contemplar descubierta la gloria de Dios y vivir; pero a Moisés se le aseguró<br />

que presenciaría toda la gloria divina que pudiera so<strong>por</strong>tar. Nuevamente se le ordenó subir a la<br />

cima del monte; entonces la mano que hizo el mundo, aquella mano "que arranca, los montes con<br />

su furor, y no conocen quién los trastornó" (Job 9: 5), tomó a este ser hecho de polvo, a ese hombre<br />

de fe poderosa, y lo puso en la hendidura de una roca, mientras la gloria de Dios y toda su bondad<br />

pasaban delante de él. Esta experiencia, y sobre todo la promesa de que la divina presencia le<br />

ayudaría, fueron para Moisés una garantía de éxito para la obra que tenía delante, y la consideró<br />

como de mucho más valor que toda la sabiduría de Egipto, o que todas sus proezas como estadista<br />

o jefe militar. No hay poder terrenal, ni habilidad ni ilustración que pueda substituir la presencia<br />

permanente de Dios. Para el transgresor es terrible caer en las manos del Dios viviente; pero<br />

Moisés estuvo solo en la presencia del Eterno y no temió, <strong>por</strong>que su alma, estaba en armonía con<br />

la voluntad de su Hacedor.<br />

El salmista dice: "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera."<br />

En cambio "el secreto de Jehová es para los que le temen; y a ellos hará conocer su alianza." (Sal.<br />

66: 18; 25: 14.) La Deidad se proclamó a sí misma: "Jehová, Jehová, fuerte, misericordioso, y<br />

piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad; que guarda la misericordia en millares,<br />

que perdona la iniquidad, la rebelión, y el pecado, y que de ningún modo justificará al malvado."<br />

"Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y encorvóse." De nuevo imploró a<br />

Dios que perdonara la iniquidad de su pueblo, y que lo recibiera como su heredad. Su oración fue<br />

contestada. El Señor prometió benignamente renovar su favor hacia Israel, y hacer <strong>por</strong> él<br />

"maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna." Cuarenta días con sus<br />

noches permaneció Moisés en el monte, y todo este tiempo, como la primera vez, fue<br />

milagrosamente sustentado. No se permitió a nadie subir con él, ni durante el tiempo de su ausencia<br />

había de acercarse nadie al monte. Siguiendo la orden de Dios, había preparado dos tablas de piedra<br />

y las había llevado consigo a la cúspide del monte; y el Señor otra vez "escribió en tablas las<br />

palabras de la alianza, las diez palabras." (Véase el Apéndice, nota 8.)<br />

Durante el largo tiempo que Moisés pasó en comunión con Dios, su rostro había reflejado<br />

la gloria de la presencia divina. Sin que él lo supiera, cuando descendió del monte, su rostro<br />

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