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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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acompañaría más en su peregrinaje. Jehová había declarado: "Yo no subiré en medio de ti, <strong>por</strong>que<br />

eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino." Y se les ordenó: "Quítate pues<br />

ahora tus atavíos, que yo sabré lo que te tengo de hacer." Hubo luto <strong>por</strong> todo el campamento.<br />

Compungidos y humillados, "los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte<br />

Horeb."<br />

En virtud de las instrucciones divinas, la tienda que había servido como lugar tem<strong>por</strong>ario<br />

para el culto fue quitada y puesta "fuera del campo, lejos del campo." Esta era una prueba más de<br />

que Dios había retirado su presencia de entre ellos. El se revelaría a Moisés, pero no a un pueblo<br />

como aquél. La censura fue vivamente sentida, y las multitudes afligidas <strong>por</strong> el remordimiento<br />

pensaron que presagiaba mayores calamidades. ¿No habría separado el Señor a Moisés del<br />

campamento para poder destruirlos totalmente? Pero no se los dejó sin esperanza. Se levantó la<br />

tienda fuera del campamento, pero Moisés la llamó el "Tabernáculo del Testimonio." A todos los<br />

que estaban verdaderamente arrepentidos y deseaban volver al Señor, se les indicó que fueran allá<br />

a 338 confesar sus pecados y a solicitar la misericordia de Dios. Cuando volvieron a sus tiendas,<br />

Moisés entró en el tabernáculo. Con ansioso interés el pueblo observó <strong>por</strong> ver alguna señal de que<br />

la mediación de Moisés en su favor era aceptada. Si Dios condescendiese a reunirse con él, habría<br />

esperanza de que no serían totalmente destruidos.<br />

Cuando la columna de nube descendió y se posó a la entrada del tabernáculo, el pueblo lloró<br />

de alegría, y "levantábase todo el pueblo, cada uno a la puerta de su tienda, y adoraba." Moisés<br />

conocía bien la perversidad y ceguera de los que habían sido confiados a su cuidado; conocía las<br />

dificultades con las cuales tendría que tropezar. Pero había aprendido que para persuadir al pueblo,<br />

debía recibir ayuda de Dios. Pidió una revelación más clara de la voluntad divina, y una garantía<br />

de su presencia: "Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo: y tú no me has declarado a quién has<br />

de enviar conmigo: sin embargo tú dices: Yo te he conocido <strong>por</strong> tu nombre, y has hallado también<br />

gracia en mis ojos. Ahora, pues , si he hallado gracia en tus ojos, ruégote que me muestres ahora<br />

tu camino, para que te conozca, <strong>por</strong>que halle gracia en tus ojos: y mira que tu pueblo es aquesta<br />

gente." La contestación fue: "Mi rostro irá contigo, y te haré descansar."<br />

Pero Moisés no estaba satisfecho todavía. Pesaba sobre su alma el conocimiento de los<br />

terribles resultados que se producirían si Dios dejara a Israel librado al endurecimiento y la<br />

impenitencia. No podía so<strong>por</strong>tar que sus intereses se separasen de los de sus hermanos, y pidió que<br />

el favor de Dios fuese devuelto a su pueblo, y que la prueba de su presencia continuase dirigiendo<br />

su camino: "Si tu rostro no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí. ¿Y en qué se conoceré aquí<br />

que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en andar tú con nosotros, y que yo y tu<br />

pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?" La contestación<br />

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