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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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CAPÍTULO 60. La Presunción de Saúl<br />

DESPUÉS de la asamblea de Gilgal, Saúl licenció el ejército que había acudido a su<br />

llamamiento para destruir a los amonitas. Sólo retuvo una reserva de dos mil hombres que habían<br />

de permanecer apostados bajo su mando en Michmas, y mil hombres para que asistieran a su hijo<br />

Jonatán en Gabaa. Esto fue un grave error. Su ejército se había llenado de esperanza y ánimo con<br />

la victoria reciente; y si él hubiera procedido inmediatamente contra otras naciones enemigas de<br />

Israel, habría dado un golpe decisivo en pro de las libertades de la nación. Mientras tanto, sus<br />

belicosos vecinos, los filisteos, estaban activos. Aun después de la derrota de Eben-ezer, habían<br />

conservado algunos fortines en las colinas de la tierra de Israel; y ahora se establecieron en el<br />

mismo corazón del país.<br />

En cuanto a facilidades, armas y equipo en general, los filisteos tenían una gran ventaja<br />

sobre Israel. Durante el largo período de su opresión, habían procurado acrecentar su poder<br />

prohibiéndoles a los israelitas que practicaran el oficio de herreros, no fuera que se fabricaran<br />

armas de guerra. Una vez hecha la paz, los hebreos hubieron de seguir acudiendo a las guarniciones<br />

filisteas para los trabajos de esa clase que necesitaban. Dominados <strong>por</strong> el amor a la comodidad, y<br />

<strong>por</strong> el espíritu abyecto que creara la larga opresión, los hombres de Israel habían descuidado, en<br />

alto grado, el pro<strong>por</strong>cionarse armas de combate. En la guerra se usaban arcos y hondas, y los<br />

israelitas podían obtener estas cosas; pero ninguno de ellos, excepto Saúl y su hijo Jonatán, poseían<br />

una lanza o una espada. (1 Sam. 13: 22.).<br />

Hasta el segundo año del reinado de Saúl no se hizo esfuerzo alguno <strong>por</strong> subyugar a los<br />

filisteos. El primer golpe fue dado <strong>por</strong> Jonatán, el hijo del rey, que atacó y venció la fortaleza de<br />

Gabaa. Los filisteos exasperados <strong>por</strong> la derrota que habían sufrido, se dispusieron a atacar con<br />

celeridad a Israel. Saúl mandó entonces proclamar la guerra a son de trompeta en toda la tierra,<br />

para llamar a todos los hombres de guerra, inclusive las tribus de allende el Jordán, a fin de que se<br />

reunieran en Gilgal. Esta orden y citación fue obedecida. Los filisteos habían reunido un enorme<br />

ejército en Michmas, treinta mil carros, y seis mil caballos, y pueblo como la arena que está a la<br />

orilla de la mar en multitud." (1 Sam. 13: 5.) Cuando lo llegaron a saber Saúl y su ejército en<br />

Gilgal, el pueblo se atemorizó al pensar en las enormes fuerzas que habría de arrostrar en batalla.<br />

No estaba preparado para ello, y muchos estaban tan aterrorizados que rehuían la prueba de un<br />

encuentro.<br />

Algunos atravesaron el Jordán, en tanto que otros se escondieron en cuevas y hoyos, y entre<br />

las rocas que abundaban en aquella región. A medida que se acercaba la hora de la batalla, el<br />

número de desertores aumentaba, y los que no se habían retirado de sus puestos estaban llenos de<br />

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