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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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que Moisés, inspirado <strong>por</strong> el Espíritu de Dios, le había descrito a Israel: "Bendita de Jehová su<br />

tierra, <strong>por</strong> los regalos de los cielos, <strong>por</strong> el rocío, y <strong>por</strong> el abismo que abajo yace, y <strong>por</strong> los regalados<br />

frutos del sol, ...y <strong>por</strong> la cumbre de los montes antiguos, ...y <strong>por</strong> los regalos de la tierra y su<br />

plenitud." (Deut. 33: 13 -16.) Moisés vio al pueblo escogido establecido en Canaán, cada tribu en<br />

posesión de su propia heredad. Alcanzó a divisar su historia después que se establecieran en la<br />

tierra prometida; la larga y triste historia de su apostasía y castigo se extendió ante él. Vio a esas<br />

tribus dispersadas entre los paganos a causa de sus pecados, y a Israel privado de la gloria, con su<br />

bella ciudad en ruinas, y su pueblo cautivo en tierras extrañas. Los vio restablecidos en la tierra de<br />

sus mayores, y <strong>por</strong> último, dominados <strong>por</strong> Roma. Se le permitió mirar a través de los tiempos<br />

futuros y contemplar el primer advenimiento de nuestro Salvador.<br />

Vio al niño Jesús en Belén. Oyó las voces de la hueste angélica prorrumpir en alborozada<br />

canción de alabanza a Dios y de paz en la tierra. Divisó en el firmamento la estrella que guiaba a<br />

los magos del oriente hacia Jesús, y un torrente de luz inundó su mente cuando recordó aquellas<br />

palabras proféticas: "Saldrá Estrella de Jacob, y levantara se cetro de Israel." (Núm. 24: 17.)<br />

Contempló la vida humilde de Cristo en Nazaret; su ministerio de amor, simpatía y sanidades, y<br />

cómo le rechazaba y despreciaba una nación orgullosa e incrédula. Atónito escuchó como<br />

ensalzaban jactanciosamente la ley de Dios mientras que menospreciaban y desechaban a Aquel<br />

que había dado la ley. Vio cómo en el Monte de los Olivos, Jesús se despedía llorando de la ciudad<br />

de su amor. Mientras Moisés veía cómo era finalmente rechazado aquel pueblo tan altamente<br />

bendecido del cielo, aquel en favor del cual él había trabajado, orado y hecho sacrificios, <strong>por</strong> el<br />

cual él había estado dispuesto a que se borrara su nombre del libro de la vida; mientras ola las<br />

tristes palabras: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta" (Mat. 23: 38), el corazón se le oprimió<br />

de angustia, y su simpatía con el pesar del Hijo de Dios hizo caer amargas lágrimas de sus ojos.<br />

Siguió al Salvador a Getsemaní y contempló su agonía en el huerto, y cómo era entregado,<br />

escarnecido, flagelado y crucificado. Moisés vio que así como él había alzado la serpiente en el<br />

desierto, habría de ser levantado el Hijo de Dios, para que todo aquel que en él creyere "no se<br />

pierda, sino que tenga vida eterna." (Juan 3: 15.) El dolor, la indignación y el horror embargaron<br />

el corazón de Moisés cuando vio la hipocresía y el odio satánico que la nación judía manifestaba<br />

contrasu Redentor, el poderoso Ángel que había ido delante de sus mayores. Oyó el grito<br />

agonizante de Jesús: "Dios mío, Dios mío, ¿<strong>por</strong> qué me has desamparado?" Le vio cuando yacía<br />

en la tumba nueva de José de Arimatea.<br />

Las tinieblas de la desesperación parecían envolver el mundo, pero miró otra vez, y le vio<br />

salir vencedor de la tumba y ascender a los cielos escoltado <strong>por</strong> los ángeles que le adoraban, y<br />

encabezando una multitud de cautivos. Vio las relucientes puertas abrirse para recibirle, y la hueste<br />

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