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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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equivocada, todo esto es mentir. Este precepto prohibe todo intento de dañar la reputación de<br />

nuestros semejantes <strong>por</strong> medio de tergiversaciones o suposiciones malintencionadas, mediante<br />

calumnias o chismes. Hasta la supresión intencional de la verdad, hecha con el fin de perjudicar a<br />

otros, es una violación del noveno mandamiento. "No codiciarás la casa de tu prójimo: ni desearás<br />

su mujer, ni esclavo, ni esclava, ni buey, ni asno, ni cosa alguna de las que le pertenecen."<br />

El décimo mandamiento ataca la raíz misma de todos los pecados, al prohibir el deseo<br />

egoísta, del cual nace el acto pecaminoso. El que, obedeciendo a la ley de Dios, se abstiene de<br />

abrigar hasta el deseo pecaminoso de poseer lo que pertenece a otro, no será culpable de un mal<br />

acto contra sus semejantes. Tales fueron los sagrados preceptos del Decálogo, pronunciados entre<br />

truenos y llamas, y en medio de un despliegue maravilloso del poder y de la majestad del gran<br />

Legislador. Dios acompañó la proclamación de su ley con manifestaciones de su poder y su gloria,<br />

para que su pueblo no olvidara nunca la escena, y para que abrigara profunda veneración hacia el<br />

Autor de la ley, Creador de los cielos y de la tierra. También quería revelar a todos los hombres la<br />

santidad, la im<strong>por</strong>tancia y la perpetuidad de su ley. El pueblo de Israel estaba anonadado de terror.<br />

El inmenso poder de las declaraciones de Dios parecía superior a lo que sus temblorosos corazones<br />

podían so<strong>por</strong>tar. Cuando se les presentó la gran norma de la justicia divina, comprendieron como<br />

nunca antes el carácter ofensivo del pecado y de su propia culpabilidad ante los ojos de un Dios<br />

santo.<br />

Huyeron del monte con miedo y santo respeto. La multitud clamó a Moisés: "Habla tú con<br />

nosotros, que nosotros oiremos; mas no hable Dios con nosotros, <strong>por</strong>que no muramos." Su caudillo<br />

respondió: "No temáis; que <strong>por</strong> probaros vino Dios, y <strong>por</strong>que su temor esté en vuestra presencia<br />

para que no pequéis." El pueblo, sin embargo, permaneció a la distancia, presenciando la escena<br />

con terror, mientras Moisés "se llegó a la oscuridad, en la cual estaba Dios." La mente del pueblo,<br />

cegada y envilecida <strong>por</strong> la servidumbre y el paganismo, no estaba preparada para apreciar<br />

plenamente los abarcantes principios de los diez preceptos de Dios. Para que las obligaciones del<br />

Decálogo pudieran ser mejor comprendidas y ejecutadas, se añadieron otros preceptos, que<br />

ilustraban y aplicaban los principios de los diez mandamientos. Estas leyes se llamaron "derechos,"<br />

<strong>por</strong>que fueron trazadas con infinita sabiduría y equidad, y <strong>por</strong>que los magistrados habían de juzgar<br />

según ellas. A diferencia de los diez mandamientos, estos "derechos" fueron dados en privado a<br />

Moisés, quien había de comunicarlos al pueblo. La primera de estas leyes se refería a los siervos.<br />

En los tiempos antiguos algunas veces los criminales eran vendidos como esclavos <strong>por</strong> los<br />

jueces; en algunos casos los deudores eran vendidos <strong>por</strong> sus acreedores; y la pobreza obligaba a<br />

algunas personas a venderse a sí mismas o a sus hijos. Pero un hebreo no se podía vender como<br />

esclavo <strong>por</strong> toda la vida. El término de su servicio se limitaba a seis años; en el séptimo año había<br />

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