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Patriarcas y Profetas por Elena White

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

Desde los tiempos prehistóricos, traza Patriarcas y Profetas el conflicto entre el bien y el mal y su alcance universal. Este libro responde de manera sucinta a las preguntas hirvientes sobre el amor, la naturaleza humana, maldiciones generacionales, bendiciones generacionales y el trayecto de la vida. Llevando al lector detrás de la cortina para penetrar los misterios del pasado que prefigura el futuro, el libro investiga a fondo los caracteres de los hombres y las mujeres nacidos en circunstancias sombrías y probados en crisoles de arduas a través del cual se revelan defectos trágicos y virtudes dignas. Repetidas veces, ha configurado la intervención sobrenatural de forma dinámica sus cursos, mientras que sus opciones, para mejor o para peor, hacen una huella imborrable en su descendencia y sus sociedades. Se distingue a las personas a la espera de una esperanza futura tenazmente abrazando las promesas de cambio de vida ...

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participaban de la convicción de Rahab, de que Jehová, el Dios de Israel, era "Dios arriba en el<br />

cielo y abajo en la tierra." Como los antediluvianos, los cananeos vivían sólo para blasfemar contra<br />

el Cielo y corromper la tierra. Tanto el amor como la justicia exigían la pronta ejecución de estos<br />

rebeldes contra Dios y enemigos del hombre. ¡Cuán fácilmente derribaron los ejércitos celestiales<br />

las murallas de Jericó, orgullosa ciudad cuyos baluartes, cuarenta años antes, habían aterrado a los<br />

espías incrédulos! El Poderoso de Israel había dicho: "He entregado en tu mano a Jericó." Y contra<br />

esa palabra fueron impotentes las fuerzas humanas. "Por fe cayeron los muros de Jericó." (Heb.<br />

11: 30.)<br />

El Capitán de las huestes del Señor se comunicaba únicamente con Josué; no se revelaba a<br />

toda la congregación, y a ésta le tocaba creer o no creer en las palabras de Josué, obedecer los<br />

mandamientos que daba en el nombre del Señor, o negar su autoridad. No podían ver el ejército<br />

de ángeles que les asistían a ellos bajo la jefatura del Hijo de Dios. Hubieran podido discurrir:<br />

"¡Cuán poco sentido tienen estos movimientos y cuán ridículo es dar diariamente la vuelta<br />

alrededor de las murallas de la ciudad y tocar las bocinas de cuernos de carneros! Esto no puede<br />

tener efecto alguno sobre estas altas fortificaciones." Pero el plan mismo de continuar con esta<br />

ceremonia durante tanto tiempo antes de la caída final de las murallas, dio a los israelitas ocasión<br />

para desarrollar su fe. Había de hacerles comprender que su fuerza no dependía de la sabiduría del<br />

hombre, ni de su poder, sino únicamente del Dios de su salvación. Debían acostumbrarse así a<br />

confiar enteramente en su Jefe divino.<br />

Dios hará cosas maravillosas <strong>por</strong> los que confían en él. El motivo <strong>por</strong>que los que profesan<br />

ser sus hijos no tienen más fuerza consiste en que confían demasiado en su propia sabiduría, y no<br />

le dan al Señor ocasión de revelar su poder en favor de ellos. El ayudará a sus hijos creyentes en<br />

toda emergencia, si ponen toda su confianza en él y le obedecen fielmente. Poco después de la<br />

caída de Jericó, Josué decidió atacar a Hai, ciudad pequeña situada entre las hondonadas a pocos<br />

kilómetros al oeste del valle del Jordán. Los espías que se enviaron a este sitio trajeron el informe<br />

de que los habitantes eran pocos, y que bastaría una fuerza pequeña para conquistarla. La gran<br />

victoria que Dios había ganado <strong>por</strong> ellos había llenado de confianza propia a los israelitas. Por el<br />

hecho de que les había prometido la tierra de Canaán, se sentían seguros y perdieron de vista que<br />

sólo la divina ayuda podía darles éxito. Aun Josué hizo sus planes para la conquista de Hai sin<br />

pedir el consejo de Dios. Los israelitas habían comenzado a ensalzar su propia fuerza y a mirar<br />

despectivamente a sus enemigos. Esperaban obtener la victoria con facilidad, y creyeron que<br />

bastarían tres mil hombres para tomar el lugar. Estos se precipitaron al ataque sin tener la seguridad<br />

de que Dios estaría con ellos. Avanzaron hasta muy cerca de las puertas de la ciudad, tan sólo para<br />

encontrarse con la más resuelta resistencia.<br />

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