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VANESA GUERRA – OSCAR TAPIA – ÁNGEL VILLAGRÁN<br />
embarazo adolescente, entre otros problemas<br />
que afectaban a los jóvenes pertenecientes<br />
a poblaciones periféricas de<br />
las ciudades. Hacían, además, una crítica<br />
al modelo capitalista, al colonialismo cultural<br />
y psicosocial, a la educación y a las<br />
experiencias de vida en estos barrios periféricos.<br />
(Cooper. 2007). El Hip-hop pasa a<br />
ser ese germen liberador de consciencias,<br />
que les entrega un espacio de libre expresión,<br />
utilizando el baile como herramienta<br />
de combate para resolver diferencias<br />
con grupos rivales en batallas de baile,<br />
como una alternativa positiva en remplazo<br />
a la violencia. Y el Hip-hop como una<br />
manera de combatir (Moraga y Solorzano,<br />
2005).<br />
Las letras de las canciones que estaban<br />
llenas de carga emocional, social, de exigencias<br />
de justicia, eran las que caracterizaban<br />
a estos primeros grupos chilenos,<br />
quienes venían a dar voz a los sin voz e informar<br />
sobre lo que no aparece en los medios<br />
de comunicación. A su vez el grafiti<br />
de connotación política o brigadas muralistas<br />
como la Brigada Muralista Ramona<br />
Parra4, toma mayor protagonismo que<br />
otros grafitis, debido a la contingencia del<br />
país, ya que expresaban la oposición a la<br />
dictadura con los tintes de sus pinceles.<br />
En los años 90 el Hip-hop era considerado<br />
como arte popular callejero, y dada<br />
la organización y gran adherencia de los<br />
y las jóvenes a este movimiento, alcanza<br />
mayor apoyo y reconocimiento por parte<br />
de la comunidad y por algunos entes de<br />
la autoridad.<br />
A partir del 2000 el Hip-hop como cultura<br />
urbana, empieza ser fuente de organización<br />
social en jóvenes y comunidades<br />
barriales, quienes adoptan esta cultura<br />
como forma de vida, como un proyecto<br />
social, donde los protagonistas logran<br />
adaptarse a un medio adverso, a través de<br />
“un modelo discursivo, flexible y contradictorio,<br />
que transgrede reglas, como el hip hop”,<br />
(Tijoux 2012, P.6), privilegiando la concepción<br />
integral del ser humano, en su plano<br />
individual y colectivo. Los jóvenes logran<br />
ser actores reflexivos para enfrentar políticas<br />
oficiales que no los consideran o<br />
simplemente los excluyen. A partir de<br />
estos años se potencia el Hip-hop como<br />
herramienta social y de lucha.<br />
Es así como el Hip-hop en el Chile, de esta<br />
era, se posiciona como un movimiento<br />
contracultural emergente, que porta consigo<br />
una importancia tal que se adscribe<br />
como un fenómeno en movimiento, en<br />
constante reinterpretación y definición.<br />
“se presenta como parte de nuevas formas de<br />
asociaciones juveniles urbanas en el marco de<br />
un racional empático opuesto a la globalización<br />
de las actividades y dinámicas sociales”.<br />
(M. Moraga, 2005 Pp. 1).<br />
A nivel individual, el Hip-hop funciona<br />
como herramienta que facilita la elaboración<br />
simbólica de experiencias de vida<br />
de los jóvenes con mayor vulnerabilidad<br />
y exclusión, ya que es una subcultura urbana,<br />
con un estilo de música relacionado<br />
con realidades que hacen referencia<br />
a contextos marginales, donde hay pobreza,<br />
violencia y vulneración cotidiana<br />
4<br />
La Brigada muralista Ramona Parra, nace en 1968 al alero del Partido Comunista de Chile, adoptando el<br />
nombre en honor a una joven militante de dicho partido asesinada durante una protesta realizada en la Plaza<br />
Bulnes en Santiago el 28 de enero de 1946.<br />
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