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BORREGOdermund

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BORREGO : Derrota mundial<br />

en 1908 los israelitas Appelbaum Zinovief, Rosenfeld Kamenef (cuñado de Trotsky) y<br />

Lenin se reunieron en París a planear una nueva etapa de agitación<br />

«No es un azar que hayan ingresado a las huestes revolucionarias rusas<br />

tantos israelitas —dice Pierre Charles en «La Vida de Lenin»—. Por lo pronto, si<br />

se hace abstracción de las masas rusas, poco propicias para el reclutamiento de<br />

políticos, hay que reconocer que el porcentaje de judíos en Rusia no era tan<br />

exiguo como se decía. Y además, ¿no era fatal que su febril actividad,<br />

contrastando con la población rusa, debía exagerar enormemente su papel en la<br />

revolución? Y su espíritu hereditariamente aguzado por el Talmud ¿no debía<br />

sentirse cómodo en las controversias de las escuelas socialistas? En fin, los<br />

sufrimientos que les endurecieron bajo el régimen zarista los acercaban a su<br />

sueño de palingenesia social». (Resurgimiento y hegemonía del pueblo judío).<br />

Uno de los métodos con que los revolucionarios hebreos trataron de ponerse a<br />

cubierto de la represión oficial, fue tan sencillo como eficaz. En grupos más o menos<br />

numerosos se trasladaban a Estados Unidos, se nacionalizaban norteamericanos,<br />

regresaban a Rusia y hacían valer su nueva ciudadanía como hijos de una nación<br />

poderosa. En esto eran ayudados por la numerosa colonia israelita radicada en<br />

Norteamérica, que en aquel entonces casi llegaba a tres millones y que influía ya en<br />

los círculos financieros y políticos.<br />

«En San Petersburgo —dice Henry Ford en El Judío Internacional—llegó a<br />

haber 30,000 judíos de los cuales sólo 1,500 se ostentaban como tales». Las<br />

autoridades rusas no tardaron en tratar de frustrar ese inusitado procedimiento de<br />

protección y esto dio origen a que numerosos órganos de la prensa americana<br />

protestaran contra la falta de respeto a las ciudadanías recién concedidas por los<br />

Estados Unidos. Con esa ejemplar hermandad que los israelitas practican desde uno<br />

al otro confín del mundo,<br />

«el 15 de febrero de 1911, estando Taft en el poder —agrega Henry Ford— los<br />

judíos Jacobo Schiff, Jacobo Furt, Luis Marshall, Adolfo Kraus y Enrique Goldfogle le<br />

pidieron que como represalia contra Rusia fuera denunciado el Tratado de<br />

Comercio».<br />

Aunque en un principio Taft se rehusó, israelitas de todo el país enviaron cartas<br />

a senadores y diputados, gestionaron apoyo de gran parte de la prensa, pusieron en<br />

movimiento el Comité Judío Americano, a la Orden B'irit y a otras muchas, filiales o<br />

afines. El influyente político Wilson, que después llegó a ser Presidente de EE.UU.,<br />

presionó resueltamente en favor de los judíos y durante un discurso en el Carnegie<br />

Hall afirmó:<br />

«El gobierno ruso, natural-mente, no espera que la cosa llegue al terreno<br />

de la acción, y en consecuencia, sigue actuando a su placer en esta materia, en la<br />

confianza de que nuestro gobierno no incluye seriamente a nuestros<br />

compañeros de ciudadanía judíos entre aquellos por cuyos derechos aboga: no<br />

se trata de que expresemos nuestra simpatía por nuestros compañeros de<br />

ciudadanía judíos, sino de que hagamos evidente nuestra identificación con<br />

ellos. Esta no es la causa de ellos; es la causa de Norteamérica».<br />

Finalmente, el Tratado de Comercio suscrito ochenta años atrás fue denunciado<br />

el 13 de diciembre de 1911. Por primera vez un zar —en ese entonces Nicolás II—<br />

sintió que los descendientes de aquellos israelitas que 50 años antes rehuían<br />

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