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BORREGOdermund

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BORREGO : Derrota mundial<br />

de la intelección para unir el yo con el tú... Así se forja la unidad profunda de un<br />

regimiento cuando se precipita como una tromba contra el fuego enemigo; así la<br />

muchedumbre ante un caso que la conmueve, se convierte de súbito en un solo<br />

cuerpo que bruscamente, ciegamente, misteriosamente, piensa y obra. Quedan<br />

anulados aquí los límites del microcosmos... Un sino se cierne sobre todas las<br />

cabezas». Y así el pueblo alemán en armas, ante la imposibilidad de eludir la guerra<br />

en Occidente y ante su necesidad ideológica de hacer la guerra al Oriente<br />

bolchevique, cruzó el umbral de la paz y se internó en la siniestra grandeza de la<br />

guerra. Con sereno entusiasmo su juventud lo sacrificó todo y se precipitó desde las<br />

frías tierras de Noruega hasta los candentes desiertos de África, y desde las floridas<br />

campiñas de Francia hasta las polvosas estepas de Rusia.<br />

LA DESIGUAL GUERRA EN EL MAR<br />

El choque entre Alemania y las potencias occidentales principió en el mar.<br />

Inglaterra y Francia, con Estados Unidos en la reserva, tenían las flotas más<br />

poderosas del mundo. La Gran Bretaña se enorgullecía de ser la Reina de los Mares.<br />

Alemania había sido privada de toda su marina de guerra en 1918 y se le impuso la<br />

condición de que no volvería a forjar una flota de primera línea. Hitler mismo no era<br />

partidario de hacerlo; desde 1923 había anunciado que Alemania no tenía por qué<br />

competir con Inglaterra en los mares ni en las colonias: sus miras estaban puestas en<br />

la URSS. Y en consonancia con esa política había firmado el 18 de junio de 1935 un<br />

Tratado con la Gran Bretaña comprometiéndose a que la flota alemana no llegaría a<br />

ser nunca mayor que el 35% de la flota inglesa. El convenio fue denunciado casi en<br />

vísperas de la guerra, pero ya entonces la desventaja armada en el mar era<br />

irreparable. Al principiar el conflicto con Occidente, Alemania se hallaba<br />

prácticamente inerme ante las flotas combinadas de Inglaterra y Francia. La flota<br />

inglesa contaba con 272 barcos de primera línea y la francesa con 99, en tanto que la<br />

flota alemana se componía de 54 naves. En cuanto a submarinos, Inglaterra y Francia<br />

agrupaban un total de 135, contra 57 de los alemanes. Por eso estas dos potencias<br />

escogieron el mar como la primera línea de batalla y establecieron un bloqueo total<br />

contra Alemania para impedir que recibiera víveres y materias primas. Tenían la<br />

esperanza de vencerla por hambre. Esa política no se hallaba ciertamente de acuerdo<br />

con los tratados internacionales de Ginebra respecto a la forma humanitaria de librar<br />

la guerra, pues en vez de orientarse la acción contra las fuerzas armadas se dirigía<br />

contra toda la población civil. Los estadistas occidentales evidenciaban así que su<br />

amor a los tratados, al derecho internacional, al humanitarismo, etc., no pasaba de<br />

ser el ropaje de idealismo con que se cubrían los inconfesables móviles de la guerra<br />

promovida por el movimiento político judío.<br />

Alemania contestó el bloqueo total que sufría en el mar con un bloqueo parcial<br />

de las rutas marítimas inglesas, y para esto utilizó submarinos, bombarderos y minas.<br />

Sus inventores acababan de producir ingeniosos modelos de minas e inmediatamente<br />

comenzaron a ser usadas. Entre ellas, figuraba una mina magnética, de 545 kilos,<br />

capaz de partir en dos un barco de regular calado. Al contrario de las antiguas minas<br />

flotadoras de superficie —claramente visibles para el enemigo, sujetas al azar de las<br />

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