BORREGOdermund
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BORREGO : Derrota mundial<br />
por ciento, quienes a su vez volvieron a prestarlo al 30%».<br />
Era, pues, tan bonancible la situación de los reyes del oro, que naturalmente se<br />
aprestaron con odio incontenible a combatir al régimen nazi. El ejemplo de éste<br />
desacreditaba la sutil telaraña de seudociencia económica tras la cual se hallaban<br />
apostados los magnates judíos al acecho de sus víctimas.<br />
El sistema alemán de comerciar internacionalmente a base de trueque y no de<br />
divisas era también alarmante para esos profesionales especuladores. En respuesta a<br />
las críticas contra el trueque, Hitler dijo el 30 de enero de 1939:<br />
«El sistema alemán de dar por un trabajo realizado noblemente un<br />
contrarrendimiento también noblemente realizado, constituye una práctica más<br />
decente que el pago por divisas que un año más tarde han sido desvalorizadas<br />
en un tanto por ciento cualquiera[15].<br />
»Hoy nos reímos de esa época en que nuestros economistas pensaban con<br />
toda seriedad que el valor de una moneda se encuentra determinado por las<br />
existencias en oro y divisas depositadas en las cajas de los bancos del Estado y,<br />
sobre todo, que el valor se encontraba garantizado por éstas. En lugar de ello<br />
hemos aprendido a conocer que el valor de una moneda reside en la energía de<br />
producción de un pueblo».<br />
La demostración de ese principio ponía automáticamente en evidencia el<br />
engaño que padecían otros pueblos. El judaísmo se sintió así herido en dos de sus<br />
más brillantes creaciones: en el Oriente, su Imperio marxista se hallaba en capilla; en<br />
el Occidente, su sistema económico supercapitalista de especulaciones gigantescas<br />
estaba siendo desacreditado ante los ojos de los pueblos occidentales que eran sus<br />
víctimas.<br />
Y de ahí nació la entonces tácita alianza entre el Oriente y el Occidente para<br />
aniquilar a la Alemania nazi. Ni los yugoeslavos, ni los belgas, ni los franceses, ni los<br />
ingleses, ni los americanos, tenían por qué lanzarse a esa lucha, mas para los<br />
intereses israelitas era indispensable empujarlos. ¡Con los mismos pueblos que en<br />
cierto modo eran sus víctimas, el judaísmo político iba a afianzar su hegemonía<br />
mundial!<br />
Henry Ford escribió en 1920 que<br />
«existe un supercapitalismo que se apoya exclusivamente en la ilusión de que el<br />
oro es la máxima felicidad. Y existe también un supergobierno internacional<br />
cuyo poderío es mayor que el que tuvo el Imperio Romano».<br />
Pues bien, ese supergobierno iba a realizar la fabulosa tarea de lanzar a los<br />
pueblos occidentales a una guerra que era ajena a los intereses de esos pueblos e<br />
incluso perjudicial para ellos.<br />
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