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BORREGOdermund

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BORREGO : Derrota mundial<br />

Francia y Alemania constituyen un hecho definitivo. Yo he ofrecido siempre a<br />

Inglaterra una amistad sincera, y en caso necesario, hasta la más íntima<br />

colaboración. Pero el amor no puede ser una cosa unilateral.<br />

»Desde las 5.5 se le contesta a Polonia también con fuego. No pido de<br />

ningún alemán más de lo que yo estuve dispuesto a hacer en todo momento<br />

durante más de 4 años (en la primera guerra). Desde ahora es cuando mi vida<br />

pertenece verdaderamente en absoluto al pueblo. No quiero ser ahora más que<br />

el primer soldado del Reich. Por ello he vestido de nuevo aquel uniforme que fue<br />

para mí el más sagrado y el más querido. Sólo me lo quitaré después de la<br />

victoria, o bien, no viviré este final... Sólo hay una palabra que no he conocido<br />

nunca y es: capitulación».<br />

Testigo de aquel momento, José Pagés Llergo refiere:<br />

«Los civiles pálidos, temblorosos por la emoción, se enjugaban las<br />

lágrimas; los diplomáticos, asidos fuertemente del brazo del asiento,<br />

contemplaban estáticos, electrizados, la pequeña figura que allá en la distancia<br />

se erguía en éxtasis; los militares gritaban, casi aullaban. Afuera, medio millón<br />

de personas levantaban un murmullo sordo, aterrador, cuando Adolf Hitler<br />

hundía los puños sobre la mesa del Reichstag y rojo, descompuesto, el pelo<br />

tirado en desorden sobre la frente, gritaba con los ojos bañados en lágrimas:<br />

»¡En estos momentos no quiero ser más que el primer soldado del Reich!»<br />

»Sus brazos se elevaban lentos, teatrales, hacia el cielo. En aquella actitud<br />

de pedir silencio, el tigre que hace unos momentos había sido, se transforma,<br />

genial, fantástico, en un apóstol del germanismo que va predicando, con rara<br />

modulación de voz, su verdad, la verdad de su pueblo...<br />

»A mi lado una mujer solloza, conmovida. Los hombres apenas si respiran:<br />

con sus caras cetrinas, los ojos cansados, la frente bañada de sudor por el<br />

sacudimiento nervioso, yacen extenuados en sus asientos. En una fracción de<br />

segundos Hitler hace vibrar el auditorio hasta el agotamiento. Su voz no es<br />

fuerte, pero la modula en tal forma, que sabe hacerla gemir, sabe hacerla dulce,<br />

suplicante, fiera.<br />

»El grito de 'Heil' se va extendiendo tenue, impreciso, desde la plataforma<br />

del Reichstag hasta el anfiteatro, para convertirse en un grito ensordecedor,<br />

salvaje, que llena el edificio y trasciende hasta la calle».<br />

Entretanto, ese mismo día 1º de septiembre el Soviet Supremo votó una ley de<br />

servicio militar que implicaba una movilización total de la juventud rusa. Sus<br />

aprestos bélicos se aceleraron.<br />

Al día siguiente, dos de septiembre, Mussolini hizo una gestión ante Alemania,<br />

Polonia, Inglaterra y Francia, para concertar un armisticio germano-polaco y buscar<br />

un arreglo pacífico. Hitler aceptó y el primer ministro francés también, pero<br />

Inglaterra rechazó la proposición y luego logró que Francia hiciera lo propio. Un<br />

mensaje de la agencia francesa «Havas», referente a la aceptación de las pláticas, fue<br />

cablegráficamente anulado desde París.<br />

Goering, el segundo de Hitler, trató de volar a Inglaterra para insistir en un<br />

arreglo pacífico. Hitler aprobó el plan y el general Bodenschatz preparó un avión<br />

especial. Cablegráficamente se solicitó la anuencia de Londres para el viaje, pero el<br />

gobierno inglés contestó negándose a recibir a Goering.<br />

El 3 de septiembre Inglaterra envió un ultimátum a Alemania exigiéndole que<br />

para las once horas de ese día retirara sus tropas de Polonia o de lo contrario se<br />

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