BORREGOdermund
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BORREGO : Derrota mundial<br />
víveres y auxilios de otros países, en Rusia».<br />
«Centenares de agitadores salidos de los barrios bajos del Este de Nueva<br />
York se encontraron en el séquito de Trotsky... A muchos nos sorprendió desde<br />
un principio el elemento marcadamente judío de aquél y se comprobó muy<br />
pronto que más de la mitad de todos esos agi-tadores del llamado movimiento<br />
sovietista eran judíos».<br />
Asimismo cita a William Huntington, agregado comercial ame-ricano en<br />
Retrogrado durante la revolución, quien declaró que «en Rusia todo mundo sabe que<br />
tres cuartas partes de los jefes bolche-viques eran judíos».<br />
Coincidiendo con todo lo anterior, el periódico ruso «Hacia Mos-cú», de<br />
septiembre de 1919, dijo:<br />
«No debe olvidarse que el pueblo judío, reprimido durante siglos por reyes<br />
y señores, representa genuinamente el proletariado, la internacional<br />
propiamente dicha, lo que no tiene patria».<br />
Y Cohan escribía en «El Comunista», de abril de 1919:<br />
«Pue-de decirse sin exageración que la gran revuelta social rusa fue<br />
realizada sólo por manos judías El símbolo del judaísmo, que durante siglos<br />
luchó contra el capitalismo, se ha convertido también en el símbolo del<br />
proletariado ruso, como resulta de la aceptación de la estrella roja de cinco<br />
puntas que como es sabido fue antiguamente el símbolo del sionismo y del<br />
judaísmo en general».<br />
Desde un punto de observación muy distante, el investigador Schubart se refiere<br />
a este mismo asunto en los siguientes términos[1]:<br />
«También la nacionalidad de los jefes bolcheviques, entre los cuales hay<br />
un gran contingente de judíos, lituanos y grusinios, indica el carácter extraño,<br />
no ruso, de este movimiento. El marxismo no tiene más que una peculiaridad<br />
que encuentra afinidad de sentir en el ruso: es el meollo mesiánico de la<br />
doctrina. Lo sintió el alma eslava con fino olfato, y lo tomó por punto de<br />
partida... El occidental siente latir más fuerte su corazón al pasar revista a sus<br />
bienes; en el ruso está vivo el sentimiento de que las posesiones nos poseen a<br />
nosotros, de que el poseer significa ser poseído, de que en medio de la riqueza se<br />
ahoga la libertad espiritual».<br />
Schubart no es el único en considerar que en la idiosincrasia rusa había<br />
propicias coyunturas para que el marxismo teórico y utópico ganara adeptos que<br />
luego se convirtieran en instrumento para los organizadores judíos. Oswaldo<br />
Spengler apuntó en «Decadencia de Occidente»:<br />
«El alma rusa, alma cuyo símbolo primario es la planicie infinita, aspira a<br />
deshacerse y perderse, sierva anónima, en el mundo de los hermanos... La vida<br />
interior del ruso, mística, siente como pecado el pensamiento del dinero».<br />
Otro filósofo, el Conde de Keyserling[2], coincide con los dos anteriores:<br />
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