BORREGOdermund
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BORREGO : Derrota mundial<br />
En cambio, Alemania sólo había podido movilizar 130 divisiones (1.950,000<br />
hombres) y la amenaza bolchevique le impedía utilizarlas todas en el frente<br />
occidental correspondiente a Francia. Por esta circunstancia Reynaud se sentía<br />
seguro: sus peritos militares calculaban que un ataque frontal alemán sobre la Línea<br />
Maginot sería imposible porque necesitaría sacrificar un millón de hombres para<br />
perforarla. Y si Alemania atacaba por el flanco, automáticamente aumentaría el<br />
número de sus enemigos al enzarzarse también en una lucha con Holanda y Bélgica.<br />
Fue éste, precisamente, el peligroso riesgo que Hitler se resolvió a correr, y es<br />
que no quedaba ninguna otra alternativa. Su esperanza era poder repetir la guerra<br />
relámpago que realizó en Polonia, aunque en este caso iba a enfrentarse con un<br />
enemigo tres veces más poderoso y con defensas incomparablemente mejores. Los<br />
franceses se daban cuenta de esta ventaja y el agregado militar en Varsovia informó a<br />
su Gobierno —según dice Reynaud— que en Polonia los alemanes habían gozado de<br />
un frente muy extenso, pero que en Francia la situación sería distinta. Encajonado en<br />
los angostos sectores de penetración posible, el ejército alemán podía ser aniquilado<br />
por las reservas estratégicas anglo-francesas.<br />
Por dos distintos conductos Reynaud y Churchill conocieron los lineamientos<br />
generales del plan militar de Hitler. Aunque Mussolini era aliado de Alemania, el 26<br />
de diciembre de 1939 ordenó a su Ministro Galeazzo Ciano que revelara dicho plan a<br />
los representantes diplomáticos aliados, cosa que Ciano hizo el 2 de enero, según lo<br />
anotó en su «Diario Secreto». Por otra parte, el mayor alemán Helmut Reimberger,<br />
comisionado para llevar a un cuartel el plan operativo de la ofensiva, desvió la ruta de<br />
su avión, aterrizó en Bélgica y los documentos le fueron «capturados». Parece que<br />
esta maniobra la preparó el Almirante Canaris, el cual era conspirador y hábilmente<br />
había logrado encumbrarse corno Jefe del Servicio Secreto Alemán.<br />
Aunque ante el mundo no lo parecía, la situación interna del frente de Hitler era<br />
gravísima. Disponía de menor número de tropas que sus enemigos; se hallaba<br />
enfrascado en una guerra que no había querido contra el Occidente; persistía la<br />
mortal amenaza del Oriente; su plan estratégico lo conocían ya en París y en Londres,<br />
y por último, la mayoría de sus generales no lo apoyaba. Eran profesionales<br />
eficientes, pero carecían de la llama del ideal nacionalsocialista que había galvanizado<br />
la voluntad de las juventudes; además, su origen aristocrático los distanciaba de<br />
Hitler, a quien en el fondo seguían viendo como el simple cabo que fue en la primera<br />
guerra mundial.<br />
Brauchitsch, el comandante en jefe del ejército, no creía posible una victoria en<br />
Francia. Otros muchos de sus compañeros compartían sus dudas. El general<br />
Blumentritt, que entonces fungía como jefe del Estado Mayo de Rundstedt, reveló<br />
posteriormente al historiador Liddell Hart: «Hitler era el único que creía posible una<br />
victoria decisiva». Entre los generales jóvenes sólo Manstein y Guderian<br />
consideraban realizable una campaña relámpago. El general Von Stüelpnagel formuló<br />
un estudio según el cual era necesario esperar 3 años para lanzar la ofensiva sobre<br />
Francia.<br />
De izquierda a derecha: Hitler y los generales Von Reichenau, Jold, Rundstedt,<br />
Von Brauchitsch (jefe del ejército) y Halder (jefe del Estado Mayor General). Estos<br />
dos últimos juzgaban imposible la campaña en Francia y estuvieron a punto de<br />
derrocar a Hitler.<br />
[1] «El Almirante Canaris». — Karl H. Abshagen.<br />
[2] «La invasión de Noruega». — Por Kurt Assmann.<br />
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