BORREGOdermund
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BORREGO : Derrota mundial<br />
eliminación de unos cuantos judíos en Rusia, hecha por otros de su misma raza y en<br />
nombre de su propia causa.<br />
Según podrá ratificarse luego con innumerables pruebas, Roosevelt se hallaba<br />
ligado estrechamente a intereses judíos y era ésta la causa —oculta e inconfesable—<br />
de que protestara vehementemente cuando en Alemania rompían los cristales de los<br />
comercios judíos y de que a la vez guardara silencio acerca de las matanzas de<br />
cristianos que se realizaban en Rusia. En el primer caso se trataba de un incidente<br />
incruento, pero de honda significación antisionista, y en el segundo de un fanático<br />
afianzamiento del marxismo judío.<br />
Cuando los nazis multaban con 400 millones de dólares a la Comunidad<br />
Israelita por el asesinato de un diplomático, Roosevelt se indignaba y decía que<br />
apenas podía creerse que tales cosas ocurrieran en el siglo veinte, pero con<br />
benevolente silencio, pasaba de largo las matanzas que padecía el pueblo ruso bajo el<br />
régimen judío-marxista.<br />
El líder comunista español Víctor Serge huyó de Rusia indignado de esas<br />
carnicerías humanas y refirió que muchos de los acusados admitían ser culpables<br />
para salvar a sus familias.<br />
«Muchos más —dice en «Hitler contra Stalin»— se indignan y acusan: sus<br />
gritos son ahogados en las cárceles o se les fusila sin proceso alguno. El número<br />
de fusilados asciende probablemente a cien mil. Jamás ningún Estado ha<br />
destruido sus cuadros con semejante ensañamiento y de una manera tan<br />
completa. Gobierno y comités han sido renovados por lo menos dos veces en dos<br />
años. Tan sólo el Ejército perdió 30,000 de los 80,000 oficiales».<br />
Estos desmanes, peores que apedrear vitrinas, también ocurrían en el siglo<br />
veinte, pero a Roosevelt no le parecían increíbles ni condenables. Y es que en realidad<br />
nadie podía acusar en esa época a Stalin de atacar básicamente al movimiento<br />
israelita.<br />
El periodista norteamericano William L. White acompañó a Eric Johnston,<br />
Presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, a una gira por numerosas<br />
provincias soviéticas y dio el siguiente testimonio:<br />
«Una de las cosas admirables del régimen soviético es su actitud hacia<br />
cualquier forma de prejuicio de raza, que contiene con mano firme sin ocuparse<br />
de discutir con el pueblo ruso, en el cual el antisemitismo ha sido tradición de<br />
siglos... El Gobierno ha realizado un gran esfuerzo para reducir el<br />
antisemitismo, con el resultado de que en Rusia su importancia es similar a la<br />
que tiene en Estados Unidos, aunque las condiciones en este sentido no son tan<br />
excelentes como las que existen en Inglaterra»[3].<br />
Esa generosidad era explicable porque el judaísmo había participado como<br />
factor decisivo en la génesis del régimen bolchevique y seguía siendo su director<br />
intelectual.<br />
La participación del judaísmo en ese régimen determinó el estrecho<br />
entendimiento entre Roosevelt y la URSS y fue asimismo la causa de que los pueblos<br />
occidentales —contra sus propios intereses— fueran lanzados a aniquilar a Alemania<br />
para salvar al marxismo.<br />
Entre el pueblo norteamericano —amante de la libertad, creyente, respetuoso de<br />
la vida humana— y el régimen sanguinario y ateísta de Moscú, no existía ningún<br />
punto de contacto. Pero sí lo había entre el marxismo judío del Kremlin y los<br />
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