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BORREGOdermund

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BORREGO : Derrota mundial<br />

Tales eran los enemigos exteriores de la Alemania de Hitler. Más en el interior<br />

había un punto débil, un talón de Aquiles, y paradójicamente este punto débil lo<br />

formaban los conservadores y la mayoría de los generales. Eruditos y eficientes en su<br />

profesión, muchos de los generales eran esencialmente apolíticos, quizá hasta la<br />

exageración.<br />

No concebían que los nuevos tiempos reclamaran de un país la más firme y<br />

absoluta unidad; unidad de pensamiento y de acción. Creían que la nueva doctrina<br />

debería limitarse a la calle y a los partidos, pero sin absorber a la tropa. Su criterio<br />

extraordinariamente especializado llegó a creer que el ámbito militar debería formar<br />

un mundo diferente y autónomo dentro de la nación[1].<br />

Y es curioso que en su afán de apolíticos a ultranza muchos generales cayeran en<br />

el error de hacer una política blanca, aséptica; una política carente de meta nacional.<br />

La campaña de vacío que trataron de formar para el ejército fue consecuentemente el<br />

primer punto débil del movimiento nazi. Así fue como en mayo de 1933 la presión de<br />

los generales evitó que el partido nazi absorbiera a los militares. Y así fue como el<br />

general Werner von Fritsch, comandante en jefe del ejército, daba a sus subalternos<br />

un ejemplo de desprecio hacia el nuevo movimiento político. Su sucesor, von<br />

Brauchitsch, mantenía lazos con los social-demócratas, que no eran sino la<br />

bifurcación más desleída y timorata de los izquierdistas, y llegó a participar en juntas<br />

antinazis tendientes a un golpe de Estado, cosa que dejó de hacer hasta que Hitler<br />

vigorizó su posición tras la unión pacífica de Austria[2].<br />

Y así fue también como el general Ludwig Beck, que hasta octubre de 1938<br />

ocupó el cargo de jefe del Estado Mayor General, sustentaba la irrealizable tesis de<br />

que el ejército alemán no debería combatir contra nadie. Era este un general y un<br />

alemán muy extraño; de todo lo que significara guerra no quería ni oír hablar;<br />

gustaba más de París que de Berlín y su hija se educaba en Francia.<br />

Beck fue el primero de los grandes conspiradores que tuvo Alemania en la<br />

Segunda Guerra. Siendo todavía jefe del Estado Mayor General hizo un extenso<br />

memorándum en el que analizaba el estado del ejército alemán y su probable<br />

desarrollo; durante un viaje a París se llevó una copia y la entregó a unos amigos<br />

extranjeros, quienes a su vez llevaron el documento a Nueva York, según dice el<br />

historiador Curt Riess.<br />

El general Beck tenía amigos israelitas y condenaba el «antisemitismo» de los<br />

nazis. Posteriormente, ya en plena guerra, todavía sostenía correspondencia con el<br />

extranjero. En «Gloria y Ocaso de los Generales Alemanes», Riess dice<br />

que «empleaba en su correspondencia un lenguaje incomprensible para los secuaces<br />

de Hitler. Acaso al último se cansaron de leer sus cartas para pensar que el hombre<br />

estaba descentrado. Pero Beck no estaba descentrado, ni mucho menos... »<br />

Simplemente era un enemigo del régimen y seguía revelando secretos. Durante<br />

seis años trabajó hábilmente en su conspiración y no fue descubierto sino hasta 1944,<br />

a finales de la guerra, cuando participó decisivamente en la conjura para asesinar a<br />

Hitler.<br />

Los generales von Fritsch y von Brauchitsch no llegaron a esos extremos, pero<br />

en compañía de otros generales trataban de mantener al ejército fuera de la<br />

influencia de Hitler, a quien no consideraban de su clase y veían despectivamente<br />

como «el cabo». Sus incipientes actividades de conspiración cesaron por un tiempo al<br />

ver que la anexión de Austria se había realizado pacíficamente. Von Fritsch se<br />

decepcionó y le dijo al general Halder: «Es inútil. Este hombre es el sino de Alemania,<br />

y este sino debe seguir su camino hasta el fin». Por otra parte, los generales Von<br />

Hammerstein-Equord y Schleicher (ex Ministro de la Defensa) simpatizaban con los<br />

círculos izquierdistas<br />

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