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Wilson Miño Grijalva<br />
utilidades. En consecuencia, las pésimas condiciones de trabajo para los trabajadores<br />
generan pestes y contaminación, se organizan extenuantes jornadas de trabajo de más<br />
de 16 horas que incluyen a niños y mujeres. Exigentes códigos laborales organizan a<br />
la producción en precarias instalaciones. Miserables barriadas obreras invaden las<br />
urbes industriales. Una formidable reacción social reivindicatoria se produce en el<br />
ámbito laboral. Las ciudades crecen debido a la disolución de la propiedad comunal,<br />
que decretada por el Estado, arruina a los campesinos pobres, jornaleros y los obliga a<br />
emigrar. 1<br />
La resistencia de los trabajadores se dirige hacia la destrucción de las máquinas, a<br />
quienes consideran su competencia. Luego, hacia los empresarios dueños del capital.<br />
Durante años, protestas y nutridas manifestaciones de trabajadores se enfrentan<br />
continuamente a una férrea represión privada y pública que dejan muchas víctimas<br />
mortales en las calles de las urbes, que cobijan a decenas de fábricas y sus chimeneas<br />
contaminantes alimentadas por carbón de piedra.<br />
La reacción social se extiende hacia otros grupos sociales y se movilizan los<br />
intelectuales. Emerge un nutrido sector de reformadores sociales que critica las<br />
perversiones del sistema capitalista y propone cambios revolucionarios violentos o<br />
pacícos. Tres grandes corrientes de pensamiento se destacan durante el siglo XIX en<br />
sus proyectos utópicos de construcción de una sociedad alternativa.<br />
La primera, de tendencia marxista, que plantea que la historia de la humanidad<br />
es la historia de la lucha de clases cuya construcción última es el comunismo. Así, el<br />
enfrentamiento entre empresarios capitalistas y obreros sindicalizados será irreductible y<br />
permanente. El comunismo predica una absoluta igualdad entre todos los seres humanos,<br />
mediante la propiedad colectiva de los medios de producción y similares niveles de<br />
consumo.<br />
La segunda es el anarquismo que, en la misma época, deende la vuelta a un sistema<br />
de libre asociación de las comunidades rurales o urbanas, en el cual debe desaparecer la<br />
coacción estatal para que la libertad humana alcance el más completo desarrollo. Para<br />
esto es inevitable la lucha colectiva contra los poderes económico, político y religioso. 2<br />
La tercera es el socialismo utópico, defensor de la reforma radical y pacíca del<br />
sistema. Mientras el comunismo y el anarquismo reivindican la destrucción total<br />
del sistema, el socialismo utópico reivindica una reforma social radical progresiva.<br />
Los utópicos imaginan y alcanzan a establecer los falansterios, que son pequeñas<br />
comunidades igualitarias y autónomas de las que se espera que sean el germen de la<br />
transformación social. Otros reformadores plantean mejores o nuevas instituciones en<br />
el interior de la sociedad existente con el n de que desplacen progresivamente a las<br />
empresas capitalistas y, en lugar de la competencia, se establezca la cooperación. Estas<br />
1 Johan, s/t, s/l, 1972, en Nut Gutiérrez García, Las cooperativas de ahorro y crédito en Ecuador y sus<br />
transformaciones durante los últimos diez años, Quito, FLACSO, 2009, p. 6<br />
2 Miguel Artola Gallego y Manuel Pérez Ledesma, Historia del Mundo Contemporáneo, Madrid, Grupo<br />
Anaya, 1990, p. 161