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De España heredamos el idioma, la religión, la fogosidad y el amor;<br />

del indio, la perspicacia en el entendimiento y del negro, la malicia<br />

y la voluptuosidad.<br />

Dicen que de España también nos llegó el olor de sus flores y el<br />

sabor de la naranja, pues Andrés Varela descubrió, confundida entre<br />

el oro del trigo en sus alforjas, una semilla de naranjero que sembró<br />

en Altamira <strong>para</strong> que tuviéramos, <strong>para</strong> siempre, el perfume de los<br />

azahares en flor y la dulzura del naranjal.<br />

Llevándose <strong>para</strong> Europa, el aroma del cacaotero, el rojo del tomate<br />

y la sedosa mantequilla del aguacate. Y en sus cajas de guerra, muy<br />

bien resguardados, varios talegos de tabaco barinés <strong>para</strong> que, en<br />

pipas de mazorca, fumaran los grandes de España.<br />

Así llegamos, bajando siempre desde la montaña, desde los Andes<br />

granadinos y el Valle del Espíritu Santo de La Grita, donde<br />

Francisco de Cáceres dio la orden de buscar tierra llana, por los<br />

rumbos de un supuesto Mar del Sur, que con su azul lejano<br />

trastornaba sus sentidos.<br />

Y lo que en realidad consiguieron, fue un inmenso lienzo de patizal<br />

que al divisarlo desde las alturas, parecía un mar de añil. Verdor y<br />

ríos abiertos en meandros plateados bajo la fragua del sol, como los<br />

dedos de una mano gigantesca de un Dios benefactor.<br />

Pero también, en la ambicionada llanura, tribus rebeldes que debían<br />

someterse al poder de la espada y la cruz del señor. Por eso tardaron<br />

tanto <strong>para</strong> avanzar desde la meseta corta de Altamira, hasta la <strong>más</strong><br />

amplia, olorosa a chupín melao y madera perfumada de moromoy,<br />

en la frescura de Barinitas, por allá en 1628.<br />

Solo en 1762, pudieron definitivamente, posar sus plantas donde<br />

hoy se aposenta Barinas, luego de viaje tan prolongado.<br />

En las riberas de un río de aguas encrespadas y respaldada por las<br />

montañas, <strong>para</strong> recibir en Diciembre, el viento frío de la sierra que<br />

se hace tibio bajo el sol candente del llano.<br />

Más allá, sólo sabanas de horizontes perdidos hasta <strong>más</strong> allá del<br />

Meta, futura ruta de los welsares, los hombres de cabellos de fuego.

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