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también las apariciones, cuando representadas en la imaginería y en la<br />

imaginación de la gente común?<br />

Los muertos y los niños están salpicados de identificación, y la<br />

salida de la niñez hacia la adolescencia es como una primera muerte que no<br />

necesariamente prefigura a la definitiva, de la que nada se sabe todavía o<br />

solo se intuyen o imaginan entonces, por la vía del temblor, los <strong>más</strong><br />

disímiles y débiles atisbos.<br />

Especulo la idea de que el otro es uno mismo, cuando el otro ha<br />

muerto, cuando alguien ha muerto, se puede por fin vivir. Pero se trata de<br />

alguien que vive dentro de ti mismo, y si ese alguien muriese, ¿tú podrías<br />

contarlo? Es decir, que si alguien que tú eres muriese ¿quedaría alguien<br />

<strong>más</strong>, o ese alguien ya no sería nadie <strong>para</strong> aventurarse en este mundo, sino<br />

que quedaría reducido a algo simplemente intelectivo, a una idea, a un<br />

hecho de memoria e inteligencia?<br />

Intento esta especulación bien libre, a posteriori, que nada tiene que<br />

<strong>ver</strong> con prejuicios ni menos con ideas preconcebidas sobre un conjunto de<br />

texto que se fue haciendo solo en el tiempo, casi como un diario en <strong>ver</strong>sos,<br />

y casi todos ellos a partir de las pasiones de muertos particulares, incluido<br />

el niño que fui. Aquellos hablan y aparecen en estas páginas; este suele<br />

pugnar en ocasiones por una inútil resurrección.<br />

DIJISTES: ­Hola, que tal, ha empezado la función, ha empezado mi<br />

viacrucis. Y esos días estuve recordando horas, meses, años. Por lo menos<br />

un siglo o <strong>más</strong> palabras, y la sala donde pensaba se vació, y mandaron que<br />

te fueras a casa. ­¿Sin una dieta especial, sin una palabra de la doctora? y se<br />

iniciaba así el peregrinaje pensando en la sala vacía de mi casa: ¿viajamos<br />

una vez al otro mundo, en la otra ocasión, en otro espacio?<br />

fumamos, bebimos las cervezas de rigor: un mes y te vestiste <strong>para</strong> ese<br />

evento por de<strong>más</strong> circunstancial. En medio de la cantata, detenida unos<br />

segundos, alguien te recordó como la aparición de un trasgo en el asiento ,<br />

como la llama oculta en una ca<strong>ver</strong>na, en una isla de oro, en un océano<br />

como las tribulaciones del joven artista allá en el ágora, como las novelas<br />

insondables, como el diablo y los números. Una mano tuya, entre humo de<br />

cigarro, dobla la claridad del instante en mo<strong>ver</strong>se de gato, y tus lentes<br />

miran el espejismo, no el espejo, la bola de cristal y no la luna, el trago en<br />

vez de los papeles; tus manos miran con uñas amarillas a los otros, a todos<br />

lados. Qué tocan ya los ojos hacia adentro, qué voluntad ansían, qué pasillo<br />

de bruma con la chaqueta cerrada hasta las orejas, qué poema en los labios.

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