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Toda esa extensa región está regida por las crecidas y bajadas del<br />

Orinoco, cuya anual periodicidad afecta todas las cosas y a todos los<br />

seres. 15<br />

En Costo Orinoco, todo gravita alrededor de las crecidas y bajadas<br />

del río. Todo está supeditado a ese ritmo fatal. “Cuando llegue el aniego”,<br />

“cuando se vaya el aniego”. Todo habrá de hacerse, de suceder, de<br />

producirse, bajo el rigor de la flexión del río. Al bajar las aguas, se<br />

siembran los frijoles. Al subir, emigran los ganados hacia las altas mesetas<br />

en donde pasan la estación lluviosa, <strong>para</strong> retornar con el reflujo del Orinoco<br />

hacia las ubérrimas praderas ribereñas.<br />

En ese subir y bajar de las aguas, nada escapa a su imperio. El suelo,<br />

el clima, la flora, la fauna y el hombre mismo, todo oscila con su vaivén. 16<br />

Y así el Orinoco es un fuerte dios pardo 17 de cuya respiración pende<br />

todo un mundo. Dios vigilante, enigmático, que marca ritmos vitales con su<br />

sólo aliento vivificador; un poco como lo quería Enrique Bernardo Nuñez,<br />

pero <strong>más</strong> fiel a la manera que tienen de sentirlo esa multitud de seres<br />

di<strong>ver</strong>sos que viven a su influjo, como los llaneros guariqueños que, en<br />

ranchos, corrales, pulperías o barrancas, con<strong>ver</strong>saban con el profesor<br />

Francisco Tamayo.<br />

Todo lo que existe está en movimiento. Ser es estar en proceso de<br />

transformación; la inmovilidad, la quietud es o una abstracción o un engaño<br />

de nuestros sentidos. Sólo que las velocidades, o las magnitudes en general,<br />

son tan disímiles o funcionan a escalas tan distantes unas de otras, que<br />

algunos de los movimientos resultan imperceptibles, no sólo <strong>para</strong> nuestros<br />

sentidos, también <strong>para</strong> muchos de nuestros instrumentos de medición.<br />

Este planeta que habitamos no queda fuera de las anteriores afirmaciones,<br />

también él está y ha estado en permanente transformación. La geología nos<br />

informa de esos procesos; así es ella quien nos dice que el escudo guayanés<br />

era ya territorio continental firme hace algo <strong>más</strong> de 600 millones de años,<br />

en el precámbrico; muchas de las cosas que han sucedido después, han<br />

resultado de presiones que encontraron en él una resistencia casi<br />

inconmovible y que se ha traducido en pliegues o depresiones. La región<br />

15 Ibid. pp. 13­14.<br />

16 Ibid. p. 14.<br />

17 Eliot, T. S. Cuatro Cuartetos.

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