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estaba atendiendo el negocio, me salió con un delantal de la cocina,<br />

sudoroso, atareado con la vieja pre<strong>para</strong>ndo el almuerzo. Me dijo que <strong>más</strong><br />

tarde seguiríamos la con<strong>ver</strong>sación. En ese momento entra al negocio un<br />

jeep con cuatro guardias, traían una orden de allanamiento <strong>para</strong><br />

decomisarle un chigüire que tenía en el negocio sin permiso ambiental. Los<br />

guardias entraron a la brava, pidiendo licencia de licores, patente de<br />

comercio. El Tortugo no se inmutó, les abrió las puertas de la despensa<br />

sacó el chigüire, cuatro cajas de cerveza, las metieron en el jeep y<br />

arrancaron dejando el pol<strong>ver</strong>o que invadió el negocio por un rato. El<br />

Tortugo pidió disculpas a los clientes, les dijo que volvieran mañana<br />

cuando recupera el chigüire.<br />

Se sentó en mí mesa despreocupado: ­ Esos güebones creen que me<br />

van a joder, ese chigüire me lo trajo un alto jefe militar amigo mío, esta<br />

tarde voy al comando y lo recupero. Aquí el chigüire lo venden ellos<br />

mismos y si uno no se los compra viene el allanamiento. La guerrilla cría<br />

los chigüires del otro lado, los protege, los declara en veda, cuando se<br />

acerca la semana santa, se lo venden a la guardia y ellos lo distribuyen, un<br />

negocio redondo de irregualres con regulares ­.<br />

Traté de situar al Tortugo en lo que era mi eje de interés, saber sobre<br />

su pasión por el llano: ­ El llano <strong>para</strong> mí inicialmente fue un castigo,<br />

porque yo era un vago pueblero. Mi mamá me parió en el llano, en esos<br />

coñales, donde uno lo escoñeta el polvo, la inundación o la plaga. La preñó<br />

un ganadero, ella trabajaba en uno de sus fundos y le clavó tres muchachos.<br />

Comenzó a tener problemas con la esposa, que se enteró de la vaina y se<br />

empeñó en mudarse <strong>para</strong> el fundo <strong>para</strong> desplazar a mi mamá. Él nos asignó<br />

una pensión, veinte bolívares <strong>para</strong> alimentar cada muchacho, los depositaba<br />

en el Consejo del Niño, pero teníamos que venir a cobrarlos aquí en esta<br />

ciudad y nosotros vivíamos donde el diablo vendió el culo, mi mamá<br />

dejaba amontonar diez meses <strong>para</strong> cobrar seiscientos bolívares, rodamos<br />

por todos esos pueblos llaneros hasta llegar al Destierro. Ahí comencé a<br />

desordenarme, hice un cajón <strong>para</strong> limpiar zapatos y cogí la calle. Ayudaba<br />

a mi mamá en la tarde a vender arepitas y pan de horno y no iba a la<br />

escuela, me la pasaba en la laguna de la Vicaria, salía con el bulto <strong>para</strong> la<br />

escuela y llegaba con el bulto todo entierrao, pasaba el día en la laguna,<br />

llegaba en la tarde a la casa, me gustaba dormir en el techo, a la intemperie<br />

­.<br />

Al Tortugo se le aguaron los ojos en medio de estos recuerdos, nos<br />

tomamos otra cerveza y siguió contándome su errancia por los pueblos: ­

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