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cobarde, ni protesté cuando el maestro nos arrodilló a los dos por igual con
la cara para la pared. Esperé que el sabor de la sangre me redimiera.
Por la tarde, escribí en lo que me quedaba en el cuaderno roto
melissa, eleison, delicia, selasi, asilo, alicia, luisa, elizabet, sílaba,, alísame
la camisa, la misa, la misia, isolda, salesiano, alesia, saldado, saldaña,
elisondo, hélice, isilio, sicilio, alida, lutecia, isabel, cálida, elisia, elisea,
elixir, elisana, exilio.
A dos leguas de Nutrias, llano adentro, dos muchachos estaban
bajando corozos cuando vieron un resplandor deslumbrante y en el medio
del resplandor una niña. Bajaron la cabeza, cerraron los ojos y se los
frotaron; cuando volvieron a mirar, la niña deslumbrante había
desaparecido. En Fátima dos pastorcilllos. En Lourdes. En Guanare. Cerca
de Acarigua. Entre Barquisimeto y Quibor, en un lugar donde se espantan
las mulas y donde se encuentran olicores en Semana Santa, dos niños, en
los tiempos de Cipriano castro, vieron una zarza que ardía sin quemarse y
una voz de niña les dijo que cuando estuvieran grandes fueran a la montaña
sagrada de Sorte. A cazar va el caballero, a cazar como solía; los perros
lleva cansados, el falcón perdido había, arrimárase a un roble, alto es a
maravilla. En una rama más viera estar una infantina; cabellos de su cabeza
todo el roble cobrían. La pieta, una niña, sostiene en sus débiles brazos el
cadáver de su nieto, muerto a los treinta y tres años. Moisés descálzate,
pisas tierra sagrada. Me llamo Soyquiensoy, nadie pude verme y no morir.
Yo te vi pero de lejos, Elisa, de cerca desvié la mirada ¿me libraré
del destino de Semele? No te espantes caballero, ni tengas tamaña grima.
No pronunciarás ni escribirás su santo nombre en vano. Las
consecuencias son siempre inevitables, graves impredecibles. Más aún si
permutas los fonemas y grafemas, y aun más si agregas otros para
disimular. Pero ten valor, atrévete: el Reino de los Cielos se hace fuerte y
solo los valientes lo arrebatan. No mueras de prudencia.
Yo pronuncié tu nombre, Elisa, y lo escribí, y permuté sus letras, y lo
contaminé con otras, disimulando. ¿Podrás perdonarme? No entré en el
Reino de los Cielos y sí me han ocurrido cosas graves que no podía
predecir.
Ciertamente tu nombre ya estaba escondido en muchos otros
nombres; yo no hice más que descubrirlo, y no me fue difícil porque
esplendía. Esplendía tanto que podía iluminar todas las palabras. Pero, ¿es