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geología; los habitantes de esa porción geográfica siempre estarán
presentes, es la interacción entre hombre y medio lo que en definitiva nos
interesa; aunque debemos advertir al lector que aquí nos mantendremos en
ciertos niveles de generalidad pues se trata, en lo esencial, de un ensayo
global que nos sirva para revisar ideas y conocimientos reales de nuestro
personaje, buscando vías o enfoques hacia consideraciones, e
investigaciones, más concretas. Un mayor desarrollo requeriría más tiempo
y conocimientos de los que están a nuestro alcance.
Tendremos oportunidad de revisar o reconsiderar algunas opiniones
o visiones que, en distintas oportunidades se han tenido sobre el Llano. No
es poco el material de esa naturaleza; piénsese en los viajeros eruditos o
curiosos de otras épocas, en conquistadores, cronistas, historiadores e
investigadores más recientes.
Supondremos que el lector conoce el Llano, aun cuando sólo sea
alguna porción localizada de sus vastos territorios. Supondremos, además,
que el tal lector sea interesado y crítico y que, constantemente, estará
cotejando lo que lea con lo que recuerde, es decir, con sus personales
imágenes del Llano y su conocimiento de esos territorios. En última
instancia será el propio Llano el mejor documento para constatar la
verosimilitud de argumentos y afirmaciones. Pero recordemos que las
primeras, o únicas visiones pueden ser engañosas y que la uniformidad
paisajística del llano, en ciertos aspectos, es sólo aparente.
Dicho esto nos sentimos en la necesidad de ir delimitando los
alcances del discurso; y comenzamos por precisar que al hablar del Llano
nos estamos refiriendo a la región normalmente conocida con tal nombre y
que comprende buena parte de los estados Anzoátegui, Apure, Barinas,
Cojedes, Guárico, Monagas y Portuguesa. Y aún cuando esa división
político territorial no es reflejo de ningún patrón fisiográfico, sería posible
encontrar paisajes llaneros diferenciados para cada una de esas entidades.
Pero los cambios más impresionantes son los que se producen a lo largo del
año; los debidos al clima, dado el contraste notable, extremo casi, que
existe entre la estación seca y la lluviosa. Caleidoscópica habría de ser la
visión necesaria para la consideración del Llano. Tierras sumergidas hoy
bajo las aguas, parecerán morir de sed dentro de unos pocos meses. La vida
multicolor del estero es reemplazada por grises terrenales resecos y en
medio de aquel mundo cambiante de pronto pudiera parecer que lo único
inmutable fuera el llanero: firme, señero, estoico.