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pedido de coca de Calderas y Ron de Vinola. Le dijo al hombre que le<br />

pagaba la mitad del costo del pedido y que la otra mitad se la pagaba<br />

después que probara los resultados afrodisíacos de las bebidas.<br />

Seguimos con<strong>ver</strong>sando: ­ Como le venía contando, esa vida de vago<br />

pueblero me gustaba, pero mi mamá se arrechó, porque duraba a veces<br />

semanas sin ir a la casa. Un cuñado mío que era concejal, le recomendó a<br />

mi mamá que me metiera en el Correccional de Menores. Ella me comentó<br />

el asunto y me quedé con la vaina. Así fue, un día estaba en la plaza<br />

limpiando zapatos y llegó un jeep, se bajó una vieja mal encarada con dos<br />

jodíos y me llevaron al Correccional, de allí me fugué al tercer día, duré<br />

unos días escondido en el monte comiendo melones, patillas en las<br />

sementeras de Chupa­Chupa, visitaba a mi mamá de noche, estaba brava,<br />

porque yo ahora era un fugitivo de la justicia como el Dr. Ben Cayse.<br />

Decidió llamar a mi papá <strong>para</strong> que se hiciera cargo de mí a través del<br />

Consejo del Niño. En efecto una tarde llegó un carro, un poco de carajos<br />

ensombrerados. Me mandaron a buscar: ­ "Tortugo llegó tú papá", yo dije<br />

coño esta es mi salvación, al fin conocí al que me engendró, un hombre<br />

llanero, ensombrerado me dijo: "Yo lo vengo a buscá pa´ llevamelo,<br />

aquella vaina es muy bonita, seguro que usted se va a amañá, nos vamos pa<br />

´ Matecandela" . Me monté en el jeep y empezamos a coger hacia el monte<br />

por esos palmares y esas polvaredas. Llegamos a un pueblo donde él tenía<br />

la otra mujer y los hijos. Tenía una bodega, yo pensé dentro de mí: "Coño<br />

me armé, este viejo es rico". Los hermanos míos me sacaban el cuerpo:<br />

"Ese es el vago" y me señalaban. En cambio la mujer de mi papá me trató<br />

con afecto: "Pórtese bien, no haga maldades", me aconsejaba. Al día<br />

siguiente arrancamos <strong>para</strong> el fundo. Palmares y <strong>más</strong> palmares. Dele y dele,<br />

como seis horas de camino. Yo iba pensando, seguramente en el fundo hay<br />

piscina y televisión. Cuando llegamos, un coño, una casa vieja, con<br />

corredores, eso sí, limpia y aseada. Al otro día me levantó temprano y me<br />

dijo: " Amigo, a usté lo traje yo pa´ca fue pa´ enseñalo a ser hombre, usted<br />

se porta o lo porto. Usted se va a pará en la madrugada­ me leyó la cartilla ­<br />

Eufrasio el ordeñador le va a decir como va a trata los becerros, después a<br />

quesear". Comía con los peones. Mi papá comía aparte, ni me hablaba, me<br />

daba pura órdenes: " Hay que marranear, cortá leña, arreglá los corrales".<br />

Coño, aquella vaina me tenía traumatizado, cuando estaba en aquellas<br />

soledades me ponía a meditar: " En estas soledades es que los carajos se<br />

hacen poetas, mirando el atardecer, el amanecer, el rocío, el invierno". Lo<br />

que te acompaña es el bramío de las vacas, el canto de las chenchenas, el<br />

bullicio de las aves, el ronquío de los araguatos pidiendo agua. Pero esta<br />

vaina no es <strong>para</strong> mí, tan de pinga que estaba yo en la ciudad vaguiando,

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