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antes y remarca el papel preponderante del gran río en nuestros Llanos, que
al fin y al cabo pertenecen casi totalmente a su cuenca.
Pero estará incompleta cualquier visión del Llano que se conforme
con atender a la vegetación y olvide otro de sus componentes esenciales,
como lo es el de las corrientes de agua. En la región oriental, la existencia
de las mesas representa una separación de dichas separación de dichas
corrientes, así unas van, gracias al río Unare, hacia el mar Caribe; otras se
dirigen al Océano por el golfo de Paria, mientras hay las que confluyen en
el Orinoco, río que recoge todo el resto de las aguas que se desplazan por la
llanura. Conviene destacar la importancia del Apure, quien recibe los
aportes de los ríos llaneros proveniente de la cordillera de los Andes, e
incluso algunos originarios del ramal del interior de la cordillera de la
Costa. En general los ríos llaneros son considerados divagantes, dado lo
incierto de su curso, frecuentemente obstruido por los mismos materiales
que acarrean. Caños, quebradas y brazos de ríos completan el cuadro de
aguas corrientes que tejen sus redes en las sabanas, acorde al régimen de
lluvias, complementadas con lagunas, lagunazos y esteros, de condición
más tranquila y parte importante de la vida de numerosas especies tanto
animales como vegetales.
Un caso notorio de río divagante o realengo lo ofrece el Boconó.
Para el año de 1647, según testimonio de fray Jacinto de Carvajal 10 , sus
aguas se mezclaban a las del Apure en algún lugar cercano a aquel donde
se encuentra Puerto de Nutrias; hoy en día desaparece luego de atravesar
las vías carreteras que comunican a Barinas con el centro del país: se
desparrama en las sabanas, se divide una y otra vez en caños y riachuelos
que van, mayoritariamente, a engrosar el cauce del río Guanare, reaparece
en el Chorrosco, en el Guanare viejo, en cualquiera de las corrientes que
cruzan el distrito Arismendi de Barinas. Codazzi atribuyó al caprichoso e
incierto Boconó, buena parte de los males de Barinas.
El río Boconó por distintas ocasiones ha cambiado su curso, y por
consiguiente ha dejado en seco madre viejas, ha inundado tierras bajas, que
ha elevado después y con su limo fértil, ha dado origen a la formación de
selvas que antes no debían existir, o si existían, no eran tan antiguas, que
tuviesen aquel grueso mantillo de despojos de hojas, frutas y flores, que
descompuestos se hallan hoy en estado de pronta fermentación y
putrefacción; a lo que se agrega, que los cauces debían estar antiguamente
10 Carvajal, Fray Jacinto. Descubrimiento del Río Apure. Edic. Edime. Caracas 1956. p. 116.