Haga Clic Aqui para abrir este Documento - Programa de Semiótica

inclusión y rechazo, propio del pensamiento empresarial: saber usar nuestra lengua te
da derecho a formar parte de nosotros, siempre que puedas formar parte de nosotros,
incluso cuando hables nuestra lengua.
“La lengua es una llave social” (Calvet: 2004), una llave que, mediante el
aprendizaje, permite el ingreso y la participación, como así también habilita la
posibilidad interpretativa, a y de los acontecimientos culturales. Sin embargo, esa llave
es, actualmente, una clausura o, al menos, una apertura incompleta. Como si la
cerradura de la puerta social estuviera cambiando continuamente, o como si una puerta
exigiera la apertura de otra y otra, infinitamente. Porque la lengua no se encuentra al
margen de otras prácticas sociales, a las que incluso, en algunos casos, parece
subordinada. En las sociedades disciplinarias (volviendo a nuestro análisis inicial) el
Estado era el único agente legislativo (siguiendo un razonamiento de Bauman) capaz de
garantizar derechos básicos en el plano laboral, educativo y de la seguridad social. En
las sociedades de control, el Estado dice poseer esa facultad, pero ya no puede
garantizar nada por sí mismo. La lengua oficial, que antes funcionaba como una llave
social, pues estaba facultada para garantizar la ciudadanía, sufre la misma dispersión del
Estado. Tal vez la clave de esta escisión resida en otra escisión: la separación del plano
de las decisiones políticas y las esferas del poder. Las políticas lingüísticas del Estado
son ajenas a los verdaderos espacios de intervención sobre las prácticas sociales: “la
política (escribe Bauman, las políticas lingüísticas, podríamos agregar) debe ponerse a
la altura del poder, que se ha liberado para vagar por el espacio sin control político... y
para lograrlo, debe desarrollar instrumentos que le permitan alcanzar espacios en los
que esos poderes fluyen” (2001: 200).
Entre lo políticamente correcto y lo políticamente efectivo surge un hiato que
desvela el misterio de las políticas lingüísticas en las sociedades del control. El discurso
de lo múltiple y lo plural (de lo diverso pero no de lo diferente) impone un vocabulario
que trasvasa las planificaciones lingüísticas y educativas, cuyos resultados, traducen la
lógica implícita en las prácticas que se promueven. La diversidad cultural y lingüística
no es considerada como una red de intercambios fructíferos, sino como un
procedimiento de dispersión y disgregamiento, atomización que impone, en el campo de
la planificación lingüística (in vivo o in vitro) la génesis o continuidad de una serie de
problemáticas concretas corroboradas por el propio sistema educativo sobre el que se
interviene (v.g.. la producción en el ámbito de la escuela de situaciones de diglosia).
Una lógica paradójica rige las prácticas de la diversidad en el campo de las políticas