Haga Clic Aqui para abrir este Documento - Programa de Semiótica

Michel de Certeau, escribe:
La cosa cambia contra un derecho que sitúa al otro –y al tiempo mismo– en una red
de obligaciones. Entra en un campo de operaciones socio-históricas que permiten
una gestión colectiva del otro y del tiempo (...)
En el cruce de una práctica del tiempo y una sym-bólica social, el creer es, en sus
desarrollos, sus retrasos y sus desplazamientos, un lugar estratégico de la
comunicación. (50)
La creencia supone la existencia de un interlocutor particular que es la
metonimia de una serie indefinida de otros que, al igual que él, están ausentes y son
fundadores del creer. En la práctica esta conjunción entre lo ausente y lo fundante
funciona como el elemento legitimante que autoriza el creer. Instaura una “lógica
circular” que define a la alteridad, al interlocutor, al oyente del relato. De Certeau
resalta el lugar estratégico de la creencia en los procesos comunicativos, sobre el final
del ensayo dirá: “el creer, crucial para una teoría de la comunicación social, plantea
insistentemente la cuestión del otro” (63). La alteridad, la práctica del tiempo –con sus
deslizamientos y detenciones–, la instalación de una simbólica social, son características
similares que comparten las prácticas del “creer” y la narración. Es interesante regresar
en este punto a Walter Benjamin:
La narración, tal como brota lentamente en el círculo del artesanado –el campesino,
el marítimo y, posteriormente el urbano– es, de por sí, la forma similarmente
artesanal de la comunicación. No se propone trasmitir, como lo haría la información
o el parte, el “puro” asunto en sí. Más bien lo sumerge en la vida del comunicante,
para poder luego comunicarlo. (119)
Al igual que la creencia, la narración es crucial en la activación de los procesos
comunicativos. Se esgrime una concepción del otro, la figura de una alteridad que es
causa y producto de la práctica narrativa. El “creer” y la narración se instituyen como
prácticas indivisibles en las que está en juego la diversidad pero también lo homogéneo
de una identidad. Greimas recurre a la “terminología” religiosa-financiera para definir el
contrato de veridicción –inherente a todo relato– como un contrato fiduciario:
Si, al hablar de la veridicción, empleamos el término de contrato, no es en algún
sentido metafórico, sino porque la comunicación de la verdad descansa en la
estructura de intercambio que le sirve de base. (...) (129)
El regateo que precede, recubre y condiciona la operación gestual del intercambio se
presenta como un hacer cognitivo recíproco, es decir, como un hacer persuasivo que