Haga Clic Aqui para abrir este Documento - Programa de Semiótica

tiene frente a sí un hacer interpretativo igualmente exigente, y a la inversa. Sin
embargo, estos dos discursos cognitivos, que manipulan de manera diferente,
mediante un saber-hacer apropiado, el saber sobre lo valores, no constituyen sino los
preliminares del intercambio que, por su parte sólo se realiza tras la conclusión del
contrato. Ahora bien, ese contrato, aunque se apoye en los resultados del hacer
cognitivo, no es en sí de naturaleza cognitiva, sino fiduciaria... la verdad es objeto de
comunicación y necesita la sanción fiduciaria. (130)
De esta larga cita de Greimas y del desparejo diálogo que esbozamos entre los
autores, podemos dilucidar que narrar y “creer” necesitan de una alteridad que los
sustente
y, que ambas prácticas, ponen énfasis en las formas estructurales que las componen,
ocultas en el aparente elemento sobre el que se constituyen: el tema o asunto. Narrar y
“hacer creer” son prácticas expectantes que inscriben la palabra en el acontecimiento y
el acontecimiento en la palabra, apoyadas en lo verosímil en tanto postulado universal
de la comunicación y en la institución –que en el caso de la narración se materializa en
géneros- espacio garante del verosímil. En el cruce entre estos dos componentes de la
narración se desarrolla una negociación de significados. Narrar y creer implican que los
interlocutores firmen un contrato tácito, contrato que en el devenir de la práctica
potencia la comprensión hermenéutica y la (re)negociación de los significados que el
enunciador –narrador– postula.
3.
Viendo el entusiasmo de nuestro público, me preguntaba sin descanso si mi
comedia transmitía, sin que yo me diese cuenta, algún mensaje secreto del que los
hombres dependían como del aire que respiraban, o si, durante las
representaciones, los actores representábamos nuestro papel sin darnos cuenta de
que el público representaba también el suyo, y que todos éramos los personajes de
una comedia en la que la mía no era más que un detalle oscuro y cuya trama se
nos escapaba, una trama lo bastante misteriosa como para que en ella nuestras
falsedades vulgares y nuestros actos sin contenido fuesen en realidad verdades
esenciales. El verdadero sentido de nuestra simulación chabacana debía estar
previsto, desde siempre, en algún argumento que nos abarcara, porque de otro
modo los aplausos y los honores que se acumulaban a lo largo de nuestra gira, las
fiestas y el oro que se nos deparaba eran una prebenda injustificada.
SAER: El Entenado
Jerome Bruner describe nueve universales de las realidades narrativas que al
desarrollarse –en forma conjunta o solitaria– construyen relatos. El cuarto universal
refiere el carácter hermenéutico de la composición narrativa: