Psicoanálisis y religión
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ERÍCH FEOMM<br />
pierta este sentimiento, el paciente hallará sus<br />
propias respuestas. Si no se despierta, el analista<br />
no podrá responder nada, y ni siquiera la pregunta<br />
mejor y más verdadera servirá de algo. Esta interrogación<br />
es el factor terapéutico más significativo del<br />
análisis. El paciente ha dado por sentado sus reacciones,<br />
sus deseos y ansiedades, ha interpretado sus<br />
perturbaciones como el resultado de los actos de<br />
los demás, de la mala suerte, de la mala constitución,<br />
etc. Si el psicoanálisis es eficaz, no es porque<br />
el paciente acepte nuevas teorías acerca de las razones<br />
de su infelicidad, sino porque adquiere una<br />
capacidad de estar genuinamente desconcertado;<br />
se maravilla ante el descubrimiento de una parte<br />
de sí mismo cuya existencia no había sospechado<br />
jamás.<br />
Este proceso de romper las barreras del yo organizado<br />
—el ego— y de entrar en contacto con<br />
la parte excluida y disociada de uno —el inconsciente—,<br />
es el que está más íntimamente relacionado<br />
con la experiencia religiosa de quebrantar I-a<br />
individualidad y fundirse con el Todo. Sin embargo,<br />
el concepto del inconsciente, tal como yo lo<br />
empleo aquí, no es el de Freud ni el de Jung.<br />
En el pensamiento de Freud, el inconsciente es,<br />
en su esencia, lo que es malo en nosotros, lo reprimido,<br />
lo que es incompatible con las exigencias de<br />
nuestra cultura y de nuestro super-ego. En el sistema<br />
de Jung, el inconsciente se convierte en una<br />
fuente de revelación, en un símbolo de lo que, en<br />
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