familias transnacionales colombianas - Observatorio de Migraciones

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FAMILIAS TRANSNACIONALES COLOMBIANAS:
NIVEL DE ACULTURACIÓN Y VIDA FAMILIAR VISTAS DESDE LAS DOS ORILLAS.
Pollock y Van Reken (1999) puntualizan que la pérdida incluye
potencialmente pérdida de estatus, estilo de vida, posesiones y relaciones,
modelos de rol, identidad, pasado que no fue y pasado que fue. Y Falicov
(2007) añade que la migración conlleva un tipo de pérdida que guarda similitudes
con la pérdida ambigua por su inconclusión y vulnerabilidad al estrés relacional.
Desde su experiencia, esta terapeuta indica que la migración desencadena
síntomas o los agrava, como depresión, ansiedad, enfermedades psicosomáticas,
adicciones y problemas de conducta, que pueden aparecer en cualquiera de los
miembros de la familia en cualquiera de los lugares y en cualquier momento: al
partir, posteriormente, en el momento de un evento del ciclo vital (divorcio, enfermedad
física, fallecimiento), o incluso en el momento en el que se reúnen los miembros
separados.
Las personas que suelen protagonizar esta retahíla de consecuencias son
los migrantes, sus padres y sus hijos. Acosta, López Olivares y Villamar (2004)
resaltan la separación de los cónyuges, el impacto emocional de los hijos que
permanecen en el lugar de origen y el de los padres que viven la etapa de la vejez
sin la presencia de sus descendientes. Pasamos a comentar en qué medida y en
qué aspectos pueden quedar afectados todos ellos.
8.1_ Consecuencias en la pareja escindida
El miembro de la pareja que permanece en el país de origen, con frecuencia
puede experimentar sentimientos de soledad y depresión por la pérdida de apoyo
afectivo de su cónyuge, mientras espera el regreso o el reagrupamiento. A veces
teme las infidelidades conyugales o el deterioro de los vínculos afectivos a causa de
la distancia.
Si la que se queda es la mujer, es posible que se encuentre inmersa
en una situación de ambivalencia, con sentimientos de tristeza y soledad por
la separación y al mismo tiempo satisfecha y fortalecida en su autoestima al
gozar de mayor libertad para gestionar los recursos y para organizar su
tiempo. Aunque no siempre es así, porque, como ya se comentó antes, hay
esposos migrantes, que amparados en las nuevas tecnologías, ejercen un férreo
control sobre sus mujeres desde la distancia.
La persona que emigra también se ve afectada emocionalmente por
la separación de su familia, notando la ausencia de apoyo psicológico,
afectivo e instrumental, lo que puede producirle sensación de inestabilidad y
desorientación. Esta situación puede conducirle a buscar vínculos “sustitutivos”
en la sociedad de destino, que podrían debilitar o incluso romper los vínculos
transnacionales de carácter afectivo –e incluso económico– y echar por tierra la
meta original del proyecto migratorio, de garantizar la subsistencia familiar.
Si la cabeza de la emigración es la mujer, el varón no suele sentirse
cómodo ejerciendo la función reproductiva de cuidado del hogar y de los hijos e
intenta delegarla en otras mujeres de la familia, y al mismo tiempo es posible que le
disguste que su mujer se haya convertido en la principal fuente de sustento para la
familia, sintiéndose suplantado en el rol tradicional masculino.
La persona que emigra puede hacerlo tras un compromiso de apoyo por
parte de parientes o amigos que ya emigraron, y si bien muchas veces ese
compromiso se mantiene, en ocasiones ocurre que el/la migrante se ve defraudado
a su llegada, y tiene que arreglárselas por sí solo en un entorno desconocido y en
cierta medida hostil. Pero incluso cuando sí que recibe el apoyo prometido, puede
sentirse incómodo, por el grado de dependencia en el que se encuentra respecto a
los demás en ese nuevo mundo al que acaba de llegar, especialmente si se trata de
una persona caracterizada por su autosuficiencia.
8.2_ Consecuencias en los hijos separados de sus padres
Como ya se mencionó antes, actualmente lo más usual es que emigre la
madre en primer lugar, o bien ella y su pareja, dejando los hijos al cuidado de otros
familiares, casi siempre los abuelos, y que la reunificación, si se produce, pueda llegar
a ocurrir meses o muchos años después. Esto pone sobre el tapete los temas del
apego entre madre-hijo y de la maternidad/paternidad a distancia.
Como Falicov (2007) comenta, se avanza hacia nuevos modelos de
apegos múltiples, con su propia jerarquía afectiva, en los que la madre
biológica pertenece a una cultura colectivista, y en la que los niños pueden ser
criados responsablemente por una abuela u otros parientes, rodeados por muchos
adultos y niños. Aparecen sistemas trigeneracionales de cuidado, en los que las
madres biológicas forman parte de la familia enviando remesas o proporcionando
otros tipos de cuidado a distancia. Por el momento hay pocos estudios binacionales
que puedan informarnos de qué ocurre con los niños y adolescentes durante esas
separaciones.
Algunos estudios achacan importantes consecuencias negativas
(problemas emocionales, estrés relacional ocasionado por las separaciones y
reuniones de padres e hijos, actitudes de rebeldía, sentimientos de abandono y
resentimiento, bajo rendimiento escolar, desarrollo de adicciones, ingreso en bandas
callejeras) a la separación padres/hijos producida por la migración (Altamirano, 2004;
Kleinubing, 2004). Pero también hay quienes concluyen que en la mayoría de los
casos se trata de reacciones temporales que llegan a superarse, recuperando un buen
funcionamiento, tras un período más o menos largo de adaptación (Salazar, 2001;
López y Villamar, 2004). E incluso hay quienes encuentran consecuencias positivas.
Parella (2007) constata que cuando los hijos se sienten partícipes
de los beneficios económicos obtenidos por sus padres migrantes,
asumen el proyecto migratorio de sus progenitores como algo propio y
se hacen más responsables, al comprender el gran esfuerzo realizado por
sus padres y madres en los lugares de destino. En consecuencia, tienen
muy presente que deben ahorrar para asegurar las inversiones de la familia
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