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familias transnacionales colombianas - Observatorio de Migraciones

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FAMILIAS TRANSNACIONALES COLOMBIANAS:<br />

NIVEL DE ACULTURACIÓN Y VIDA FAMILIAR VISTAS DESDE LAS DOS ORILLAS.<br />

familiar <strong>de</strong>sea separarse y excluir la “familia “o disolverla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí, el resultado<br />

es una crisis.<br />

Para muchos individuos la “Familia” pue<strong>de</strong> representar el mundo entero.<br />

Su <strong>de</strong>strucción sería su propio aniquilamiento. La preservación incondicional <strong>de</strong> la<br />

“familia”, a pesar <strong>de</strong> que algunos <strong>de</strong> sus integrantes piensen y sientan en forma<br />

diferente, es tan importante, que es equiparada a la conservación <strong>de</strong> la integridad <strong>de</strong>l<br />

yo. Y la disolución <strong>de</strong> la “familia” es equivalente a la <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong>l yo.<br />

Cada uno <strong>de</strong> los individuos que componen un sistema o subsistema, espera<br />

que sea el otro el que cambie, con el apoyo, claro está, <strong>de</strong>l terapeuta.<br />

Generalmente en nuestro medio colombiano, la oposición mayor para el<br />

cambio la encontramos en quien tiene más po<strong>de</strong>r. Villar Gaviria (1979), afirma<br />

que lo más frecuente es que el cambio sea buscado por los padres, con relación a<br />

los hijos pero a costa <strong>de</strong> éstos. En cuanto perciben que el terapeuta no los apoya,<br />

a quién le pagan a<strong>de</strong>más para que lo haga, interrumpen el tratamiento, o lo<br />

obstaculizan <strong>de</strong> maneras variadas. “Sigue diciendo Rojas en su libro sobre la familia<br />

colombiana: es frecuente, por ejemplo, el caso <strong>de</strong> la señora que busca ayuda<br />

profesional por su gran inseguridad, disminución marcada en la toma <strong>de</strong> <strong>de</strong>cisiones<br />

y sentimientos <strong>de</strong> infravaloración frente a todos los miembros <strong>de</strong> la familia,<br />

especialmente ante su marido.<br />

En la sociedad colombiana es el hombre quien ocupa el papel más<br />

importante, porque generalmente es el único que produce y por tanto participa<br />

más <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r, y ha estado respaldado por la ley, y sobre todo por la costumbre. La<br />

mujer en cambio, suele representar el estatismo, puesto que ha sido<br />

educada y mol<strong>de</strong>ada generación tras generación para aceptar un papel<br />

segundario. Uno <strong>de</strong> los hechos más graves relativo a esta distribución <strong>de</strong> papeles<br />

es la no posibilidad <strong>de</strong> intercambio, que tiene como base la repartición <strong>de</strong> trabajos<br />

o <strong>de</strong> funciones por sexos, a la que se agrega la proveniente <strong>de</strong> las eda<strong>de</strong>s. Es<br />

frecuente, así, ver en una casa la disponibilidad, no sólo <strong>de</strong> la esposa, sino <strong>de</strong><br />

las hijas (mujeres), para realizar los oficios <strong>de</strong>sagradables, secundarios o<br />

serviles, para los cuales no se espera ni se acostumbra la participación <strong>de</strong>l padre<br />

ni <strong>de</strong> los hermanos (hombres).<br />

En las <strong>familias</strong> <strong>colombianas</strong> es común observar la pleitesía con que las<br />

esposas atien<strong>de</strong>n a sus esposos e hijos, a diferencia <strong>de</strong>l trato que dan a sus<br />

hijas, estableciendo así una diferencia tajante entre los sexos. Por otra parte, las<br />

madres transmiten a sus hijas, por i<strong>de</strong>ntificación con ellas, un mo<strong>de</strong>lo rígido e<br />

inmutable para que ellas lo establezcan a su vez con sus futuros esposos e hijos. Es<br />

así como, por ejemplo, se acostumbra a los hijos a no realizar ninguna labor<br />

doméstica, pues eso es “cosa <strong>de</strong> mujeres”. Siempre han consi<strong>de</strong>rado que ésa es<br />

una función exclusiva <strong>de</strong> ellas, en la cual la colaboración masculina es vista como<br />

humillante. Lo mismo podríamos <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> las labores consi<strong>de</strong>radas “masculinas”.<br />

Las mujeres están acostumbradas a no realizar ninguna labor <strong>de</strong> tipo mecánico, o<br />

que exija algo <strong>de</strong> fuerza porque eso es “cuestión <strong>de</strong> hombres”. Afortunadamente se<br />

han logrado algunos cambios en este campo, pero aún falta mucho por conseguir.<br />

No son los oficios los que <strong>de</strong>gradan sino las personas <strong>de</strong>gradadas por<br />

alguna circunstancia, quienes comunican ese carácter a lo que hacen. Lo prueba el<br />

hecho <strong>de</strong> que el mismo oficio tiene una jerarquía diferente si lo hace una mujer o un<br />

hombre o si se comparan el que realiza la señora o la servidora. No es raro entonces<br />

que los niños crezcan con la noción <strong>de</strong> que las hermanas, al consi<strong>de</strong>rarlas inferiores<br />

por ser mujeres, <strong>de</strong>ben servirlos a ellos y al padre. Noción que también adquieren<br />

prontamente las niñas, pero como es natural a la inversa. Jerarquías similares se<br />

establecen muy pronto por las diferencias que existen en el hogar: el mayor manda<br />

al menor, pero no siempre la mayor al menor hombre. En todo caso alguien manda<br />

y alguien obe<strong>de</strong>ce sin que sea fácil que se invierta la situación.<br />

Entonces, pue<strong>de</strong> plantearse la conveniencia y la inconveniencia <strong>de</strong><br />

que un niño pequeño, en vez <strong>de</strong> prestar algunos servicios necesarios a su<br />

comunidad, se convierta en el servidor incondicional permanente y cotidiano<br />

<strong>de</strong> todos sus miembros, con pérdida <strong>de</strong> su iniciativa y <strong>de</strong> su libertad, con la<br />

presencia <strong>de</strong> temores por las amenazas que suelen acompañar la simple i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>sobediencia. Se pasa así <strong>de</strong> la cooperación necesaria al servilismo unilateral, pero<br />

todo esto mezclado en formas muy sutiles con la costumbre.<br />

A un hombre se le censura <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy pequeño la expresión <strong>de</strong> sus<br />

sentimientos, el hombre no <strong>de</strong>be llorar; eso se queda para las mujeres, a<br />

quienes <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sus “inferiorida<strong>de</strong>s”sí les es permitido sentirlos y expresarlos. Se<br />

supone que el hombre <strong>de</strong>be ser impasible, estoico, resistente al dolor. De esto son<br />

numerosos los conflictos que <strong>de</strong>rivan por las dificulta<strong>de</strong>s que tiene el niño <strong>de</strong><br />

ajustarse a ese mo<strong>de</strong>lo inhumano. Pero a esto se agregan otras características,<br />

como el alabar su iniciativa y su agresión. Se le estimulan estos rasgos en relación<br />

con la mujer, a quién <strong>de</strong>s<strong>de</strong> pequeña se le crea lo opuesto: la sensación <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad<br />

y <strong>de</strong> inferioridad; la necesidad <strong>de</strong> protección por parte <strong>de</strong>l hombre; la vulnerabilidad<br />

sexual; para ellas, el hombre representa un peligro; y un peligro sexual a<strong>de</strong>más, y el<br />

sexo no sólo es prohibido sino que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comienzo está asociado con la<br />

violencia, así sea en la fantasía o en la imaginación.<br />

c) Aprendizaje y Estereotipo<br />

La palabra estereotipo significa comúnmente un mo<strong>de</strong>lo que en teoría no<br />

presenta modificaciones a lo largo <strong>de</strong>l tiempo. Esta noción se aplica, en el<br />

caso <strong>de</strong> las personas que constituyen la familia, a los papeles muy pocos<br />

variables que tiene cada una <strong>de</strong> ellas, especialmente los adultos con<br />

respecto a los niños.<br />

Ocurre generalmente que el aferramiento al estereotipo se relaciona con el<br />

grado <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r. Siempre el hombre dominante, en la medida en que use ese po<strong>de</strong>r,<br />

tratará <strong>de</strong> que los <strong>de</strong>más se amol<strong>de</strong>n a sus gustos y conveniencias pero sin ce<strong>de</strong>r<br />

en los propios en beneficio <strong>de</strong> alguien.<br />

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