familias transnacionales colombianas - Observatorio de Migraciones

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FAMILIAS TRANSNACIONALES COLOMBIANAS:
NIVEL DE ACULTURACIÓN Y VIDA FAMILIAR VISTAS DESDE LAS DOS ORILLAS.
por el absentismo del hombre, provocado por la estructura minifundista, la mujer se
constituye en la primera fuerza económica y en la autoridad familiar. Ciertos ingresos
económicos de la mujer, provenientes de la industria del telar, contrarrestan también
el poder sobre ella. Así, los ingresos del hogar provenientes de la mujer de grupos
rurales de clase baja, han impedido una total subordinación de ésta al hombre, a
pesar de los patrones normativos hispánicos.
La situación es diferente en los hogares legales y en los de facto. En la unión
libre interviene la valoración afectiva: el hombre cumple con sus obligaciones para
conservar a su lado a la compañera; ella le corresponde con un comportamiento
que no da lugar a quejas ni a la posibilidad de abandono.
Se observan tres jerarquías de autoridad. En la primera encontramos la
presencia de una amplia autoridad paterna, compuesta por la clase alta tradicional
de marcada herencia hispánica. En ella se observan dos grupos: Aquel en el que
cuentan los valores de linaje con su contenido cultural; y otro en el que los principios
basados en el poder económico son lo más importante. En la segunda jerarquía, se
halla la autoridad compartida por la pareja, en donde hombre y mujer tienen la
jefatura económica y tanto los acuerdos como las decisiones son planteados en
conjunto. Finalmente, en la tercera jerarquía de autoridad encontramos a la mujer
como jefe del hogar, en las instituciones de unión libre.
La posición de cada sexo en la familia está dada por el cumplimiento de
las actividades que se atribuyen a cada miembro por tradición y por costumbre.
El varón se relaciona directamente con las tareas productivas para ejercer su
dominio sobre ellas y derivar el usufructo. La mujer de clases populares se vincula
con esas actividades productivas pero en una posición inferior a la del hombre en
cuanto a categoría y salario. Por otra parte no se le permite abandonar, ni se
comparten con ella, las labores hogareñas. Con esta estructuración de las faenas
productivas, el hombre tiene derecho a disponer de los bienes y de la producción:
vivienda, tierras y cosechas. A la mujer le corresponde solamente aquello que ha
sido heredado y sus pertenencias. El único lugar donde tiene primacía la
responsabilidad de la mujer es en el hogar: La alimentación, los servicios, la
limpieza, la atención de los enfermos y la crianza de los niños. Existen patrones de
comportamiento según los sexos, muy definidos culturalmente.
En los primeros años de vida muy pocas actividades presentan
discriminación sexual, pero muy pronto, el niño sigue e imita a su padre en
sus actividades, y la niña a su madre en las tareas del hogar; se socializan de
acuerdo con las pautas fijadas por la cultura. Al principio es la madre quien ejerce
más autoridad sobre los hijos, representada en castigos y premios para que el hijo
asimile el contenido cultural y material que se debe trasmitir. Pero a medida que los
hijos crecen, la madre delega progresivamente la responsabilidad en el padre. Este,
consecuentemente, asume la autoridad especialmente sobre los hijos varones. La
madre continúa ejerciéndola respecto a las hijas.
La unidad de este tipo de instituciones familiares está centrada en el
suelo y fomenta la cohesión del grupo consanguíneo. Al mantener la unidad
territorial, el sentimiento del vínculo familiar es muy fuerte y solidario. En
situaciones de necesidad y conflicto se expresa entre ellos, en variadas formas, un
gran respaldo y apoyo: Se intercambian instrumentos de trabajo, tanto de funciones
femeninas como masculinas, se ayudan mutuamente en la construcción de
vivienda, se participa en forma cooperativa del resultado de la cosechas, se hacen
préstamos de dinero. Son muy hospitalarios. En los problemas de salud,
fallecimientos y partos, toda la familia interviene con afecto y consideración. Los
lazos de consanguinidad se hacen presentes cuando uno de sus miembros tiene un
grave sufrimiento o cuando debe enfrentarse, a raíz de algún conflicto, con una
persona extraña al grupo.
b) Complejo Cultural Santandereano o Neohispánico
Su denominador común étnico es de sangre hispana con aportaciones del
elemento indio, lo cual determina la primacía de valores Españoles. Esta
comunidad presenta uno de los sistemas más rígidos respecto al
ordenamiento de las clases sociales y de la raza misma: A la clase alta
pertenece el descendiente Español y a la baja el Indio. Tal desigualdad tiene
respaldo en la economía de la tierra, ya que ésta ha sido la fuente casi única de
producción; el tamaño de la tierra indica y define la jerarquía social de cada familia.
El Santandereano es tradicionalista, se afirma cada vez más en los valores
de clase, aprecia al que tiene la tierra, no al que la trabaja. Enaltece los valores
asociados con la sangre y la tradición, no con la fuerza creadora del trabajo.
Las clases sociales son marcadamente rígidas, y si la clase media logra
igualarse a la alta, se apodera rápidamente de la tradición y se cierra sobre sí
misma. De esta forma, la movilidad social y el desarrollo económico se transforman
lentamente, en detrimento de las clases menos favorecidas. El campesino, a su vez,
se encuentra tan pobre en el campo como en la ciudad, sin terreno ni recursos
económicos, trabaja en tierra ajena, en penosas condiciones, con el fin de mantener
a su familia.
En cuanto al funcionamiento de la familia, en los Santanderes, la iglesia ha
sido con su doctrina el apoyo de la estructura patriarcal, respaldando el poder del
varón y la subordinación de la mujer, a diferencia de lo que sucede en la región
de Antioquia en la que la religión está al servicio del desarrollo económico y
moral de la familia monogámica, dándole apoyo al “status “femenino.
Para el Santandereano representa falta de virilidad expresar sentimientos
religiosos así como a los hombres de la región de la costa les es difícil
aceptar el vínculo monogámico.
Otros valores de tipo social tales como el rango, la estirpe, el linaje, la sangre
el honor, determinaron en la mujer Santandereana un comportamiento socio-familiar
condicionado a las normas y expectativas de sus gentes. Son valores que deben
expresarse muy prudentemente por temor a lesionarlos. La maternidad debe
ocultarse y la pureza es una virtud que debe ser estimulada. Es obligación de
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